31/12/08

La Cursada

Tras un año de cursada, lo que TODOS esperaban. Llamá a tu tía Raquel, a Enriqueta y a Alfonso.¡No se lo pierdan! (vamos del primero, al último)


Amor de Madre (nombre by Yermán)



VICIO.....???? (de nuevo, nombre by Yermán... ¬¬)



Match (o cómo salir del paso...)



Omertá (el único que tuvo un guión completo completo. Y escuchá la gotita del final)



Caminar (en el que mejor trabajamos... 4 personas de equipo técnico. Resultado: un videoclip hecho y derecho ¿?)



Si algún día llegan a estar los cortos finales, aquí vendrán.

30/12/08

Balance anual 08

Revisionando mis metas anuales, debo decir, con total orgullo, que no cumplí con niguna de ellas. Sigo lastimando mis labios, inventando actividades, teniendo muchísimas historias en mi cabeza sin escribir, y recolectando amores platónicos por doquier. Pero en un balance, que es lo que se supone que sea esto, este año no fue en vano, al contrario.
Empecé la facu y conocí mucha gente, muy copada, además. Parece mentira, pero son sólo meses lo que compartí con ellas... se siente mucho más que eso. En los días medio bajón, medio mal humorados, ir a clase era lo único que lograba mejorar mi estado. También, conocí a Dema. Y por otro lado, dejé de ver a las chicas todos los días, pero la amistad se mantiene (si no hubiera sido así, creo que los años de secundaria habrían sido una paparruchada).
Se desarrolló mi gusto por lo sangriento, por lo violento, por los vampiros, por las fotos de Bob Dylan. A no mal interpretar: no me atrae Dylan, sólo me gustan las fotos en las que aparece, vaya a saber que clase de connotaciones surgen en mi subconsciente al verlas.
Descubrí lo increíbles que fueron los 80's (medio irónico, medio en serio) y la importancia de tomarse una cerveza después de un arduo día de trabajo, para equilibrar las relaciones humanas; o lo que vale para el viernes a la noche, sea en un bar moribundo o en el cordón de la vereda comiendo choripan. Empezó a ver la luz un lado más fiestero, que se prende para ir a esos eventos llenos de gente y música (por supuesto, "música de antes"), que le encanta dar codazos para hacerse lugar, y que las reuniones en un bar le parecen algo parecido a tocar el cielo con las manos. Este lado ya sabe que los tragos con elementos frutales no le gustan (excepto el daikiri). Y cree haber encontrado su trago preferido: el cuba libre (pero aún está por verse, hay otros en la competencia).
Cortázar poseyó mi cuerpo por un tiempo. Y me dieron ganas de fumar un pucho bajo la lluvia. Y poco a poco, me hice amiga del café, y de sentarme sola a tomarlo en un bar.
En soledad, fui al cementerio por primera vez. Y todavía no sé cómo explicar la extraña sención que me daba pasar entre las calles angostas, viendo los cajones.
También empecé a trabajar. Desarrollé una importante adicción al mate y conocí más gente. No hubo conflictos entre "mi yo laboral" y "mi yo vida diaria", como temía. Ahora comprendo a mi madre cuando dice que estar en la oficina sin tener nada para hacer es lo peor. Y es cierto. El viaje a Europa se va materializando cada vez más, aunque sólo sea porque pude empezar a ahorrar.
Tuve ilusiones vanas e "ideas locas", como años anteriores, que no llevé a la práctica y que nunca se cumplieron, pero aprendí a no decaer, a no amargarme. Tuve muy pequeños y contados ratos de tristeza, pero nada que me durara mucho rato (no estuve ni un día con humor de perros ni un día triste); por el contrario, dejé de medir mi autoestima, de tirarme abajo, incluso, tuve unos días llenos de confianza, en los que dejé de ser un puntito insignificante en el mundo. Logré evalorarme y aceptarme un poco más.
Sé que soy buena onda (si me dan lugar), que no soy impresentable, que puedo ser ortiva y un tanto ácida, y que puedo mantener una relación amable con gente que no es de mi agrado, para no caldear el ambiente.
Tras un año de estudio, no sé si quiero dedicarme a la "dirección", para ser honesta, nunca me imaginé a mi misma en ese rol, pero sé que me encanta estar en el set, haciendo algo, siempre haciendo (descarto dedicarme únicamente a escribir guiones). Sé que me cansa, me estresa, que me puede poner de mal humor, especialmente, al final del último día, cuando se acumula el agotamiento, las ganas de terminar y los problemas, pero vale la pena. Porque después, cuando retomé el cariño hacia los que están ahí, cuando pienso en el esfuerzo, me siento bien.


Así que sí, no cumplí con mis metas. Pero mejor así. MUCHO mejor así.


Adiós al 2008, hola 2009 ("hoooola enfermera", como decía Waco).

=)

4/9/08

Yo...

...odio las flores. Mucho.

Ojalá se marchiten pronto.

"happy secretary day", sí, cómo no. ¬¬ y, encima, no es regalo del Boss. Es regalo de una empresa


Sacando eso de lado (y la molestia que siento porque no puede ver a la profe de psicología ni ir a Historia del Cine), hecho curioso:


Entra una mujer a la oficina, en busca de unas claves. Yo, intentando ser eficiente, me pongo de pie.

Yo:-Seguime.
Ella:-Te sigo a todas partes.
Y:-me siento como el Chapulín Colorado.
E:-y yo, como un perro de diez colas.
Y:- 0_0

Tras buscar la clave, y entregársela, me dice:

E:-Me hiciste la mujer más feliz.
Y:-0_0

Cada día, tengo un poco más de miedo de andar sola por los pasillos. =S



Felices 50 a mis abuelos! =)

21/8/08

Yo no sé si es que mi Jefe se cansó de mis ratos de "ocio", en los cuales avanzo mis múltiples lecturas y perdía el tiempo sociabilizando con otros seres humanos, o es que es un trabajo en serio, pero estoy transcribiendo unos capítulos de un libro (con sus gráficos y tablas pertinentes, y no puedo explicar la emoción que alcanzo cuando puedo hacer algo que queda copado, "igualito" a lo otro... me siento tan útil... un problema menos para la terapia). No sólo eso, sino que también, me he encontrado recientemente frente a una pila de papeles, con la pregunta en mi cabeza "¿qué me dijo que hiciera con esto?", mirando despectivamente una hoja. Así que finalmente, cuando arranco, entiendo qué es eso de no estar al pedo. Y no me importa relegar la lectura. Es más, el viernes pasado casi casi que me entró el estrés laboral y me terminé riendo en el subte. ¡GE NI AL! (un nueeeevo asunto a tratar en la terapia).

Esta nueva tarea de transcripción (que, además, hace que me cuestione su... "legalidad"), me recuerda a un hecho del pasado, pero mejor:
Yo:-Ya terminé con lo que me había pedido... ¿Tiene algo para que haga?
Jefe:-No.
Y:-0_0

...al día siguiente...
J:-Tomá, lee este libro y fijate qué podés hacer

El libro en cuestión resultó ser algo así como uno de "autoayuda" para empresarios, que proponía un metódico sistema de listas para organizar su trabajo y su vida en general. Visto que el jefe no tenía nada para darme y el libro era un mera distracción, decidí no ofrecer más mis servicios, sentarme cómodamente en la silla y ponerme a leer, horrorizándome ante la idea de que alguien pudiera organizar TODA su vida por medio de listas (de pendientes, de acciones a seguir, de tareas, de blablabla). Al final, planteé un par de ideas para reorganizar la carpeta de nuestra área y listo. Todos felices.


Hoy, además, tuve que ir al banco (casi digo que me iba a empezar a llamar "Pago fácil", pero suena un tanto pervertido... y el banco no tiene tanta diversión (por lo menos, no al público)).

Cajera:-maosmxaxaox...color
Yo:-¿Perdón? ¿Qué? (Pensando: "¿qué no voy a poder pagar? ¡hoy no vuelvo, eh!")
C:-Que la factura del ABL cambió de color... ahora, tiene verde.
Y:-aaah ("¿y antés cómo era?" N. de A.:ahora, escribiendo ésto, me acordé que tenía naranja)
C:-Macri está trabajando.
Y:-Sí, se ve que el verde es pro.

La Cajera no intentó establecer más conversación conmigo. Y yo, entristecida, me tapé la boca para que no viera la sonrisa esa que se te forma cuando encontrás algo gracioso, pero nadie lo comparte (porque la gente no tiene sentido del humor (no es que uno se ría de boludeces, no) o porque está solo).



Así que, el trabajo, junto al fin de semana (por lo menos, el anterior), la facultad y a mi adicción a la lectura están cumpliendo el objetivo principal: mantener mi cabeza ocupada (sigo pensando que debería buscarme algo más para hacer, igual) ;)

4/8/08

Cielotierra, Tierracielo

Realmente, creo que tanto Cortázar me está afectando… me encuentro discurriendo sobre los significados de las palabras y la descripción del sentimiento que evocan (todo, según lo socialmente convenido, todavía no logré sacarle su significado y llenarlo con otro), o con los más variados pensamientos. Hoy, por ejemplo, me dije a mi misma que si llovía a la salida del laburo, me iba a fumar un cigarrillo… al final, lloviznó, pero no me pareció una causa digna para fumar. Y a la salida del subte, Rayuela en mano, decidí no guardarlo en la mochila, para protegerlo de las crueles gotas (crueles para las hojas) como habría hecho en otra oportunidad. No. Mi mente me dijo: Rayuela merece ser mojado; no con la lluvia torrencial que podría ocasionar su destrucción (cosa que no queremos, al menos, hasta que lo hayamos terminado), sino con esa misma llovizna que no es suficiente para el innoble cigarrillo, pero que le iba a otorgar, de alguna manera mágica, la propiedad de la vida. Y así, mientras caminaba esa cuadra y media que me separa de la estación a mi casa, sentía que el libro que llevaba entre mis brazos, bajo un abrazo que no se le dio a ninguna persona, estaba vivo. Ese libro, tenía vida propia, más allá de si yo lo leía o no. En filosofía de cuarto año leí que, por ejemplo, una mesa existía o era una mesa cuando la mirábamos, o algo así; en Sonido, en la facu, nos enseñaron que el sonido está definido por el hombre, y que si no hay hombre que lo escuche, no hay sonido. Bueno, lo mismo podría pensarse de un libro: si no hay alguien que lo esté leyendo, las palabras no están escritas (los muñecos solo viven cuando los humanos no estamos allí para verlos, enseñó Toy Story); pero este no fue el caso: el libro no necesitaba de mi mirada para ser. ¿Quién soy yo para otorgarle existencia a las palabras de otro? Tal vez, sea al revés, y el libro me dé a mi la vida cuando lo leo…

Sea como sea, Cortázar me está afectando… (qué susto me di cuando llegué al capítulo 36 y pensé que se me acababa todo… o con Talita sobre los tablones… qué GENIALIDAD el capítulo 34, todavía no lo puedo creer).

3/8/08

Sábado a la noche te paso a buscar

"El sábado me levanto temprano", me dije. Y a las 14:30, lo hice (todo un récord, si lo comparamos con los findes anteriores, que el horario para comenzar el día promedaiaba las 3, 4 de la tarde).
Pasé toda una tarde en nada, esperando la llamada telefónica de una amiga que no llegó.
Así que, resignándome a mi cerveza, mi pizza y mi conversación de sábado por la noche, propuse comprar el helado (que pagaría con mi flamente sueldo...), para comer del pote (como se debe hacer) mirando alguna película.

Telefonista:-El podio, ¿qué tal?
Yo:-Sí, para hacerte un pedido.
T:-Aguardame un momento.
Y:-...
T:-Sí, un télefono.
Y:-4666-6666
T:-un nombre
Y:-Tato
T:-la dirección
Y:-calle falsa 123, depto. 100
T:-ufff
Y:-sí, es alto
T:-encima, anoté 1000
Y:-no, tan alto no es
T:-¿es el último?
Y:-hay un par de depts. más, pero no muchos.
T:-ahp. bueno, decime los sabores.

A veces, me parece que soy demasiado simpática. Y, encima, le dije que le pagaba justo.

Termino la llamada, mi siento frente a la máquina, a cambiar la música y suena el teléfono. Chicho. Superándonos a nosotras mismas, quedamos en que se bañaba y venía. Hasta entonces, tenía tiempo. Tiempo que gasté viendo "Top 20 videos para bailar en tu boda" (sí... yo también creo que hay algo que me falla), pero lo peor fue cuando aparecieron los Bee Gees en pantalla (entre los 5 primeros, además), con "Stayin' alive" y al verlos, con sus pantalones oxfors, no pude resistir la tentación y cambié mi yoggin viejo y manchado por el pantalón pata de elefante e hice unos pasos de música disco en mi habitación.
Luego de este arrebate, llegó Chicho and family, entre ellos, la hermana menor, Luli, con intenciones de hacer negocios: venta de rifas para su viaje de estudios. *odl woman mode on*: ¿Viaje de estudios? En mis tiempos, esas cosas no se hacían en la primaria. Lo máximo era el viaje para la jura de la bandera, y paremos de contar. Campamentos con cocina y niños gritando, como algo fuera de lo común (y totalmente olvidable). ¿Pero viajes de estudio? ¿Cuál va a ser la próxima? ¿Viaje de egresados a los 5 años? *old woman mode off*

Salida al frío de la noche ("¿quién me manda a mi a querer salir un sábado a la noche y a dármelas de joven?"), para descubrir que el bar al que siempre encuentro cerrado, estaba, efectivamente, cerrado (¿por siempre?). Tras cruzar dos veces la misma esquina sin necesidad, decidimos ir hacia Av. Corrientes. Y terminamos en un pequeño bar del Paseo La Plaza (el Cavern tenía espectáculo y había que pagar...); y por pequeño quiero decir eso: chiquito, diminuto (con espacio para unas..3, 4 mesas...así que estaba que EX PLO TA BA)

Hombres, familia, acontecimientos, descubrimientos, chistes, fueron algunos de los tópicos, acompañados sabiamente por dos cervezas (y maní, pero a mi no me gusta el maní... a Chicho, sí). Y, después, la visita obligada al baño del estacionamiento.

Volvimos a casa, yo antojada todavía de helado, así que sentadas en la cocina, comimos del pote hasta terminarlo , hablando de política. (Casi casi, era una digna escena de... La Niñera, Gilmore Girls o alguna película rosa en la cual la hermosa y simpática protagonista tenga unos días depresivos porque su hermoso y adorado novio la ha dejado o porque ella cometió un error imperdonable (por lo menos, hasta los últimos 30 minutos del film)).


Qué bueno que son esos días. =)

31/7/08

Tim Burton - cortometrajes

Vincent (subtitulado)




Frankenweenie no está traducido. Ni doblado. Es así, a la inglesa. ¿?

Frankenweenie parte I




Frankenweenie parte II

23/7/08

...Matador...

El título sale del tema de los Fabulosos, que iba escuchando en el subte... y la imagen fue tan fuerte, que llegué a la oficina, hice a un lado la pila de laburo que tenía (nótese la ironía...) y lo escribí.
*****************************

Hace a un lado su rifle y, lentamente, se acerca a un paquete de papas fritas ya abierto. Mete la mano, lo da vuelta y caen unas míseras migas. Vuelve a sentarse, agazapado, entre una cama dada vuelta y un par de cajas, con el rifle descansando sobre su pecho. Por las ventanas, tapiadas, se cuela un halo de luz, propia de la noche. Oscuridad y silencio. Así estaba desde hacía unas semanas. “No, mentira… así estoy desde hace 5 días… antes, por lo menos, venían el Javi, Martín, Ana…”

-Es mejor que se escondan, hasta que esto se calme un poco, o hasta que se puedan ir de una vez.
-De acá no nos vamos, Ana.
-¡No te digo para siempre, Rodrigo! Pero si se quedan acá, los matan.
-Morimos por una causa-intervino Joaquín
-Y yo la apoyo, pero si nos matan a todos, ¿quién va a luchar, eh? ¿Tus viejos?

A Joaquín lo agarraron pocos días después de esa conversación y lo fusilaron. Rodrigo accedió a esconderse y, de cuando en cuando, alguno de sus compañeros pasaba a contarle las novedades, dejarle comida y hacerle compañía.

-Ayer hicimos una reunión. Hay un par de caras nuevas, amigos del Javi, buena gente, parecen. Les dimos unos cuantos panfletos para repartir por las casas. Y anoche, colgamos un par de pasacalles, frente y en el ministerio. Fue como volver a lo de antes, ¿te acordás?-Ana le relataba las operaciones que la agrupación había vuelto a realizar, sentada entre sus piernas, mientras le cebaba unos mates. Rodrigo la escucha, le acariciaba la cabeza y pensaba en lo que daría por salir de allí y volver a pelear por lo que creía justo, por sus ideales.

-Las cosas se están complicando.-Javier hablaba rápido.-La agrupación tuvo que parar por un tiempo, porque nos estaban controlando, me parece que había un infiltrado, o algo. Martín se fue para Uruguay, con el hermano. Yo me quedo, pero no es seguro que siga viniendo, ¿entendés? Por vos, por mi, por todos, por la causa. Te compré comida y cartuchos, por las dudas. Lo mejor, es que te encierres en un lugar, cosa que si vienen… vas a poder esperarlos, ahí, sin correr el riego de que te aparezca alguno por atrás. Cuando las cosas se calmen un poco, yo voy a venir. Pero está muy jodida la mano.
-¿Y Ana?
-No, ella… ella no puede venir.-tragó con fuerza- Entraron a la casa… y se la llevaron. Todavía no apareció por ningún lado. Todos la estamos buscando… el otro día, a Diego, lo retuvieron en la comisaría por eso. Nos cortan de todos lados, no es fácil.-Rodrigo se había apoyado contra la pared, en silencio. Asintió, sin saber a qué. Javier lo abrazó con fuerza, dándole unas palmadas.- Lo vamos a lograr… tal vez no ahora, pero en algún momento. –le dijo por lo bajo.

Rodrigo recuerda todo eso. De pronto, un ruido lo sobresalta. Pasos, por fuera de la casa. Un golpe seco contra la puerta de entrada. Y balas que suenan. Se sienta, buscando la mejor posición para disparar en cuanto abran la puerta. Gritos, órdenes. Muebles que son hechos a un lado. Se seca el sudo de la frente. Se agazapa aún más. Las últimas palabras del Javi le llegan a sus oídos.
Los pasos, los gritos, son cada vez más cercanos. Distingue varias voces.
Una extraña sonrisa se dibuja en su rostro. Del otro lado de la habitación, reina el silencio. “La calma antes del huracán”. Una patada contra la puerta. Otra. Rodrigo aferra su rifle con fuerza. La puerta cae. Dispara. Un hombre uniformado cae muerto, pero hay otros que responden a sus balazos. Una bala impacta sobre su hombro. Le duele, pero sigue peleando. Llegan más hombres, poco a poco, ganan terreno en la habitación, cercándolo. Rodrigo siente la sangre brotando. Una bala más penetra su cuerpo. No va a sobrevivir. Su boca se curva hacia arriba. “Lo vamos a lograr”.

16/7/08


Hoy:
-descubrí que las cosas, en la vida, no pasan como en las películas o como en los libros de Cortázar. Y que eso, no me tiene que bajonear, porque este cambio me hizo bien... de verdad, mi autoestima ya no está recontra pisoteada. Y aunque yo siga sin ver, me siento mejor conmigo misma. Eso es importante.
-no extraño al Nacional... pero es loco volver, caminar por esos pasillos con cierta sensación de libertad. Entrar y encontrar mi banco, con mi nombre, mis bandas, y la firma de una tal "Jus". Cruzarme con los profesores (Acera!!!! como lo quiero!)... es muy raro... pero es lindo.
-me junté con mis amigas, a charlar de la vida (porque cuando uno no se ve por un tiempito, hay que ponerse al tanto de las novedades.. aunque, por un lado, ese "tiempito" haya sido media semana)
-me compré un cuaderno y lo mejor que pude hacer, fue empezar a escribirlo, primero con mis penas estúpidas (y momentáneas... es la ciclotimia, que me alcanzaaaaa), después dándome ánimos para levantarme, haciéndome sentir mejor.
-me sinceré conmigo misma... tal vez no pueda transmitírselo a otros, pero yo lo tengo en claro
-ví la luna, llena y brillante, despejada.
-y te voy a poner las cosas en claro, a vos (¿?), a mi: no me gusta la dulzura nauseabunda, esa de conejitos y ositos rechonchos, de ojos brillantes... no. Y ojalá no caiga en esa dulzura... me repugna, me empalaga. Pero no todo es blanco y negro... ¡por suerte están los grises! Calculo que debo andar por ahí, pero todavía no me encontré. Y si me encuentro, no te voy a avisar (mi simpatía... no tiene límites, my friend!)

8/7/08

Termo-Dinámica

Martín llega a la oficina, prende la luz, apoya el bolso en el suelo y enciende la computadora. Ingresa su contraseña y la deja iniciando la sesión. Toma el termo y sale al pasillo.
Darío sube los últimos escalones de dos en dos y dobla por el corredor, ingresa en la oficina, se quita el saco mientras saluda a sus compañeros y prende la máquina. Toma el termo y sale al pasillo.
Martín y Darío se encuentran, cara a cara. Dos hombres, dos termos y un dispenser. Darío hace un movimiento ascendente con la cabeza, en reemplazo del conocido “hola” o el “buenos días”. Martín lo imita. Solo ellos, esta narradora y quien haya tenido que luchar por conseguir agua caliente en el trabajo, comprenderán la gravedad de la situación; y aunque el gesto denota cordialidad, sus miradas echan fuego. Sujetan los termos con firmeza. Y, como si un contador invisible marcara la largada, en forma simultánea comienzan a caminar velozmente. Una mujer sale del baño y ante tal escena, viendo en peligro su vida, se mete de nuevo. Un par de empleados se asoman a la puerta de las oficinas, alentando a los jugadores y haciendo apuestas. Martín da pasos largos, Darío los da más cortos, pero rápidos. Van cabeza a cabeza. El dispenser se deja ver por la puerta abierta de la salita del fondo. La luz roja está apagada: hay agua caliente. Darío mira con furia a Martín por el rabillo del ojo. Martín aprieta los dientes y acelera. Darío mueve sus brazos, como dándose impulso, y no se queda atrás. La competencia está muy pareja y cada vez falta menos para alcanzar su objetivo. A Darío se le entrecorta la respiración, Martín se seca el sudor de la frente con la manga de la camisa. Sin perder el ritmo, abren los termos.
La puerta de la última oficina se abre. Emiliano sale, con su paso tranquilo, termo en mano, hacia el dispenser, pocos pasos delante suyo. Se agacha y deja correr el agua caliente.
Martín y Darío se detienen en seco. Emiliano termina de cargar agua, cierra el termo y se da la vuelta, para volver a su oficina.
-Hola, ¿qué tal?
Cierra la puerta detrás de él. La luz roja del dispenser ya está prendida.
Los muchachos que estaban apostando, dan una patada al suelo y vuelven a sus labores.
Martín y Darío, se quedan de pie, atónitos por unos instantes. Luego, reaccionan y retornan a sus escritorios, con la mirada gacha, y controlando de tanto en tanto, los relojes, listos para la revancha.

2/7/08


Día liniero... ¿linierístico? Un día que leí mucho liniers, baaah. Una de las cosas que voy a hacer con mi primer sueldo (una de las tantas...), será comprarme algún libraco de este señor. =)
Así, como Fellini, fue mi día... es que no hay facu los miércoles y en el laburo estuvo todo muerto... ¡Jefe, le pido!¡No quiero ser ñoqui!¡Deme algo para hacer! Esto de ser secretaria, me mata. =S
Hoy me llegó un mail, así, loco. Y me dijo parte de la verdad de la milanesa: este blooog tiene un año, más. Feliz año plus, blog. Lástima que no te use tanto. Pero sabés que te banco. =)
Y me enamoré de las cosas simples y sencillas de la vida. Dan muchas satisfacciones. Pobre Mick Jagger, ojalá un día las conozca.
Se me acaba el primer cuatrimestre de la faculté. ¡YA! Y se fue medio año... ¿no hay reembolso si no nos rindió? No es que sea mi caso, o tal vez sí... siento que en 6 meses, menos, cambiaron muchas cosas y yo también lo hice (no tanto, no tan bruscamente, pero me siento diferente).
Adios, medio año del 2008. Fuiste... interesante de conocer. =)
Adios, a vos.

21/6/08

Total y completo descargue.


A veces, parece que la tortilla del mundo se dio vuelta y las cosas no salen como uno quiere. A veces, todo pinta estar mal, muy mal. A veces, el blanco se apaga y todo es gris y negro. A veces, el nudo en la garganta aprieta demasiado y nos duele. Qué bueno sería poder en esos "a veces", salir y gritar con toda la fuerza que uno tiene: "Carajo", "Mierda", "Fuck", o como prefieran. No es importante lo que se grita, sino, la liberación de todo lo que ese grito representa. El descargue completo, el cable a tierra.

Por suerte, eso pasa "a veces". Y aunque duela mucho, y aunque ese "a veces" nos parezca terrible, se pasa. Yo te JURO que se pasa. Que es un tiempo, que se sale adelante. Que no todo está perdido, no todo está dicho. Que lo último que se pierde es la esperanza. Que no estás sola en el mundo. Que los blancos vuelven, y tal vez no sean los mismos blancos, pero regresan, son nuevos y es una nueva historia, una nueva chance, habrá que buscarles la vuelta.

29/5/08

Mother

Día al pédocles en el labúrocles. Here is the result (a part of it). =P



-Chau, me voy-dice la madre al niño, sin pensarlo verdaderamente, unos pasos más adelante. El pequeño la mira y se pone de cuclillas, intentando no caer sobre la fría y sucia vereda. La gente camina, sin prestarle atención: “chau, me voy”, es un frase muy conocida que los padres le dicen a sus hijos para que superen un berrinche y caminen. Pero el niño no parece comprender esta simple regla paternal. Se queja. La madre mueve el pie, con ansiedad. Lo llama y nada. Se acerca hacia él, e ignorando el llanto que comienza a salir de su garganta, lo alza en el aire. Recibe una patada y un suave golpe con la mano. Lo reta. “A mamá no”. Eso si lo entiende y deja de moverse, pero continúa llorando. La madre se lo lleva.



“A mamá no”. Él no le pega. Él se enoja, pero no hace berrinches. Se encierra en su cuarto y sube el volumen de la música. Las paredes de la habitación delimitan un mundo, su mundo, en el cual él es amo y señor, en el cual la figura materna no existe, no interfiere. El muro que separa. El muro, que como dijo Pink Floyd, su madre le ayudó a construir. Piensa. No la odia, pero se da cuenta que ya no puede estar allí…el cariño no tiene nada que ver con la independencia. Con determinación, agarra la mochila del suelo, mete unas remeras, un pantalón y un calzoncillo. Toma la billetera, cuenta el dinero y agarra un poco más que tiene guardado en un cajón. Desodorante, lapicera, hojas y un libro se pierden dentro del bolso. Se pone una campera raída que colgaba de una silla. Para la música, saca el disco y lo guarda. Se carga la mochila al hombro y abre la puerta. Su madre está en la cocina y gira la cabeza para verlo, pero no dice nada.

-Chau, me voy.- pasa a su lado. La mujer abre la boca, queriendo preguntar algo para lo cual no hay combinación de letras que produzcan un sonido existente. Él toma la llave y abre la puerta de la casa. Vuelve a mirarla, parada, en la cocina, a unos pasos suyos. Y por un segundo, la imagina haciendo un berrinche, revoleando sus brazos, pataleando y llorando. Sonríe y se va.

6/5/08

Al Sol en bici

Sí, es un corto que no dura 5 minutos, sino 16, pero lo vale. Para levantar los ánimos, aunque no estén caídos. Enjoy it!

5/5/08

Seda

Me viste llegar y yo también noté tu presencia. Nuestras miradas se cruzaron un instante, pero fue suficiente como para hacernos cómplices y dejar todo dicho: ambos, buscando el mismo puesto, ¿fanáticos del cine? Ya podía vernos sentados en un sillón viendo La Naranja Mecánica.
Como faltaba para que me entrevistaran, saqué Así hablaba Zaratustra. Y me sumergí en las lecciones del autor. Tanto, que cuando levanté la vista, ya habías entrado al local.

Te vi salir, pararte frente al árbol, pero cuán grande fue mi sorpresa cuando te acercaste y me preguntaste algo que no logré decifrar. "¿Qué?", te digo, saliendo de mi insomniación. "¿Tenés seda?", suenó tu voz grave y con un acento extraño en mis oídos, mientras pasabas tu mano por delante de tu nariz. Sin comprender tu pedido, busqué en mi bolso, saqué el paquete de pañuelos y te lo extendí. Sonreíste, "Nono, seda", e hiciste un gesto que lo dijo todo: querías armarte uno. Negué, aguantando la risa, mientras imaginaba a los integrantes de Las Pastillas del Abuelo apareciendo del centro de Pilates que allí se encontraba cantando: "así que armate uno, armate uno Hernán".
Vuelví a guardar los pañuelos, y cuando levanté la cabeza, ya no estaban, ni él ni Las pastillas y yo me muerdí los labios, evitando reír alevosamente, pensando en lo ingenua que fui, en lo equivocado que estaba y lo... estúpido que debió parecer todo. El hombre que estaba a mi lado me miró raro.

2/5/08

-Conozco un planeta donde hay un Señor carmesí. Jamás ha aspirado una flor. Jamás ha mirado una estrella. Jamás ha querido a nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo día repite como tú: "¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!" Se infla de orgullo. Pero no es un hombre; ¡es un hongo!
-¿Un qué?
-¡Un hongo!
El principito esta hora pálido de cólera.
-Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen igualmente a las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué las flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es más serio y más importante que las sumas de un Señor gordo y rojo? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar una mañana, así, de un solo golpe, sin darse cuentade lo que hace? Esto, ¿no es importante?

Éste es, para mí, el más bello y triste paisaje del mundo. Es el mismo paisaje de la página precedente, pero lo he dibujado una vez más para mostrároslo bien. Aquí fue donde el principito apareció en la Tierra, y luego desapareció.

Mirad atentamente esta paisaje a fin de estar seguros de que habréis de reconocerlo, si viajáis un día por el África, en el desierto. Y si llegáis a pasar por allí, os suplico: no os apresuréis; esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme en seguida, decidme que el principito ha vuelto...

El principito, Antoine de Saint-Exupéry

Qué lindo sería encontrarse con el principito...Qué lindo que es tener ese libro y releerlo. Espero poder seguir distinguiendo a la boa que se comió un elefante de un sombrero.

30/4/08

Día del Tatismo

30/4/04

Bienvenidas a la primera Reuníón Oficial de los Seguidores del Tatismo (la ROST).
Antes que nada, deseo darles las gracias por haber concurrido aqué e informarles que el número de fieles ha llegado ya a 3 (tres) "personas" y 1 (una) Tato (osea, yo).
Aunque esta es la primera ROST, les informo que ser lo que soy hoy fue un arduo trabajo. He estado "trabajando" por más de un año para conseguir ser reconocida como Tato y todo lo que ello implica. Debo admitir que recibí la ayuda de la Presidenta del Pelotudismo, aquí presente, y que sin ella nunca hubiera sido lo que soy. Gracias, entonces, por volverme una pelotuda única como has hecho con cada una de nosotras.

Si se me permite (bah, permite es una forma de decir ya que hoy es el día de mi religión), quiero proponer que todos los viernes organicemos la ROST, para celebrar la llegada de tan esperado y siempre amigo "Fin de Semana". En estas reuniones abarcaremos los temas usuales en donde, de una forma u otra, la Presidenta del Pelotudismo recibirá, por lo menos, un golpe de alguna de las integrantes del Tatismo (le informo, Presidenta, que si gusta pegarse usted misma, no nos opondremos).

Antes de concluir, reiteraré los dogmas de esta religión:
-No se puede hablar de religión (salvo ésta y el Pelotudismo, claro está) ni de política (o sus derivados).
-Creer fielmente en las Rodesias, Titas y Tato.
-La regla de mayoría es soberana.
-Terminantemente prohibido ser normal o ser persona.
-Cualquier ser maduro, deberá cambiarse a la inmadurez o abandonar el culto.
-Lo que se dice en la Rost, queda en la Rost.

Con el poder que se me concerdo, quisiera proponer un cambio. Siendo 4 (cuatro) las integrantes de la religión, podríamos a justar la "Regla de mayoría" a ésta cantidad y, en caso de empate, se soluciona con un Piedra, papel o tijera (a la mejor de tres).

Ahora sí, doy por finalizado mi discurso que tengo hambre; que empiece la primera Rost y que este día quede asentado en la memoria (y en este papel) de todos los aquí presentes.


Acontinuación, firmaron Tato (Tato), la Presidenta del Pelotudismo (Victoria Niboski "deja el cuchillo"), la Jefa General del Departamento de Odio, Venganza y Derivados (Lucia Martínez) y la Jefa General del Departamento Gráfico (Josefina Payer "Perro mareado").

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18/3/05

Antes que nada, quisiera darles la bienvenida a todas al nuevo año escolar. El Tatismo 2005 se viene con cambios: cada vez son más los integrantes que...dejan de pertenecer al grupo, pero eso no nos va a detener en nuestro trabajo. Les prometo que cuando encontremos uno, nada nos detendrá.
Acabamos de entrar en lo que he denominado "El Año", aunque seguramente no lo será, no por lo menos como yo lo espero. Nos enfrentamos a nuevas situaciones y las venceremos o huiremos despavoridas, ya lo veremos. Por eso (que en realidad poco tiene que ver) y por la crisis del pasado año, es que necesitamos reavivar al Tatismo, tenemos que comprometernos más porque es nuestro y hacer que más gente se interese...ah, no perdón, eso es lo que proponía el CENBA. Pondremos a funcionar el PRMFT (Plan de Renovación Milenario Freixiscano Tatista), nuestra campaña ascensorista, para la cual propongo:
-reactivar el juego de mesa. Y si es posible, darle un nombre.
-Dedicarnos a hacer un trabajo de área (a la flauta, no sé qué quiere decir, pero suena importante), que empezará con un bloque, "El momento cultural", a cargo de P.P. El mismo se transmitirá todos los días y dará para pensar en nuestro taller filosófico. Está sobreentendido que si alguna desea aportar algún discurso, curiosidad, chisme, cuento, poema, canción (que hayan escrito o quieran cantar), obra de teatro, musical, show de magia o lo que se les ocurra, pueden hacerlo en nuestras reuniones, que el resto de nosotras escuchará con mayor o menor interés.
Pretendemos también hacernos "amigas" de Tasio y para eso, tendremos a la señorita Joche como encargada.
Ahora, con nuestro ya corriente brindis, chin-chin, doy por finalizado mi discurso, que empieze el almuerzo y, con él, la ROST y que les sea leve el año.

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30/4/08

Quisiera desearles, en primera instancia, un muy feliz día del Tatismo. Un grupo que, si bien no existe como tal, ha quedado en nuestros corazones.
Es inútil que haga el conteo de los miembros, puesto que, como ya dije, es el grupo el que ya no está. En realidad, para hacer una "bella analogía", podría decirse que El Tatismo ha entrado en estado vegetativo.
Ya no podemos sentarnos en los bancos del patio del nacional, llueva, nieve o relampaguee, porque no estudiamos más en esa "Alta casa de estudios" y, somos mujeres ocupadas, de tiempos comprometidos.

En el caso de la Señorita Martínez, ha montado su propia productora y financia películas de éxito, con un importante valor cultural, nada de esas cosas "pochocleras" sin contenido. En su oficina, tiene la cara de Francella con la siguiente escritura: "prohibida la entrada".
La Señorita Payer ha montado su propia cadena cosméticos, reconocida mundialmente. Recientemente, se la vio trabajando para la Semana de la Moda en Francia y ha desarrollado una línea infantil, económica y duradera, para que los niños no le destruyan el maquillaje a la madre.
En cuanto a la Señorita Niboski, ha viajado hacia Grecia, para hacer una investigación sobre las antiguas civilizaciones, se rumorea que dicha investigación comparará a las civilizaciones precolombinas, griegas y romanas. Ha colaborado en la realización de ciertas películas de contenido histórico.
Por último, la Señorita Tato se dedica a escribir guiones, algunos dirigidos por ella misma con la producción de la Señorita Martínez. Se espera el estreno en Cannes de su última película, pero hasta el momento ni la directora ni ningún integrante del reparto o del equipo técnico han dado adelantos sobre el mismo.

A pesar de las limitaciones, las antiguas integrantes del Tatismo encuentran un tiempo, aunque sea mínimo, para verse y contarse sus agitadas vidas.



Pfff, imaginate cuando pase eso!!

28/4/08

Estás iguaaaal




El juego de las diferencias, animate a encontrarlas (si se las decís a mi profesor de foto, te aniquilo).

27/4/08

Me revienta...(resumen semanal)

6-el viejo mala onda

7-el subte que no anda, y que la razón es "ajena a la empresa"

8-el dolor de pies...

9-los dibujos desproporcionados

10-salir de la facu, cansada y con hambre y que el colectivo pase lleno hasta las manijas y no pare.

11-que la tecnología se alíe en mi contra (ver: fotolog


Se largó la lluvia.

18/4/08

Descargas

La sección de descarga ha llegado al blogggg.

No, acá no te voy a poner links para que te bajes EL disco de tu banda preferida o LA película...

acá, vas a poder decir lo que te revienta. Resumen de la semana.

Entonces, ME REVIENTA...

1- El humo: Bs.As asolada por una densa capa de humo, que nos hace sentir como si estuviéramos en Londres, pero en plena Plaza Once. Ojos ardiendo, olor insoportable, accidentes automovilísticos... IGUALITO a Londres. "This is Bs.As. calling"

2- Entrar a un negocio y que aparezca el vendedor, colmillos afuera incluídos, en busca de la compra. Flaco, "estoy mirando", sí, aunque sean botones, hay que mirarlos y elegir. No me jodas.

3- Los hombres que se babean y se re babean al verte, y que te ponen cara de tener los pensamientos más lascivos con tu persona. ¡SOS LO MÁS DESAGRADABLE DEL MUNDO! Y, peor, si es un viejo verde: ¡podría ser tu nieta, infeliz! Hombres...

4-Hacer la cama...no me gusta, pero ni un poco.

5-Que se me acabe el papel higiénico y tenga que cambiar el rollo.


hasta la próxima entrega.

16/4/08

Intereses...mis polainas

"Nosotros estamos para velar por tus intereses". Así dicen.

No quiero ser impertinente, señores, soy solo una menor, pero...¿qué hicieron todo este tiempo? Digo, ¿acaso mis intereses solo se ven perjudicados por la decisión maternal? No, esperen, comprendo perfectamente lo que dicen y entiendo el motivo de esta reunión...pero hay una instancia previa por la cual estamos acá. Una instancia que empezó hace diez años. ¿Realmente velaron por mis intereses en ese momento? Y por "realmente" me refiero a si hicieron algo además de figurar en un expediente o leerlo o lo que corno sea que hagan con/en un expediente. ¿Me explico? ¿Acaso actuaron, participaron activamente por mi? ¿Defendieron mis intereses? ¿Alguien saltó y dijo: "esta chica necesita esto y aquello otro, es tu obligación dárselo"? Con todo, respeto, señores, pero no lo creo.

Si tanto les importaba, podrían haberme ayudado.

ja!

Mis "intereses"... y la señora me dice "se te cierra esta puerta, y en el futuro no vas a poder reclamar nada". Siempre que se cierra una puerta, se abre una ventana, ¿no le dijeron? Pero la verdad, ¿sabe qué? No quiero esa ventana. No me interesa. No me interesan mis intereses. ¿Sabe cuál es mi interés? Mi interés es dejarlo en el pasado, como él hizo conmigo. No, no lo odio. A lo sumo, lo desprecio, pero ni siquiera estoy segura de que sea eso...para mí, es un completo extraño. ¿Qué se puede sentir por un desconocido? ¿Por un nombre?

Imagine, señora, que usted va por la calle y se cruza con alguien que tiene sus mismos rasgos...la forma de la cara, los dientes, los pómulos, los ojos, la altura...pero usted no lo conoce. Es así cuando veo una foto.


Yo a mi vieja, la admiro. No creo que sea ella quien atente contra mis intereses. Me parece que hay algo más en ese expediente, les recomiendo, señores, que lo lean, que se involucren. No por mí, yo estoy bien ahora, tal vez en el pasado hubiera todo resultado más útil, pero por los chicos que vendrán. Porque es una forma de ser justos. La justicia no es una de las cosas más atendidas del mundo, pero por algo se empieza, ¿no es cierto? Y a usted, señor...baje a la tierra, preste atención a las pruebas...¡diez años! No joda con lo diplomático.

Atte,
La Joven.

Lo que esperabas...

Hojas, el trailer.



Julien is a punk rocker

Julien Temple estuvo en el Bafici, presentando sus tres documentales: The filth and the fury (sobre los Sex Pistols), Glastonbury (sobre el festival omónimo) y Joe Strummer: The Future is Unwritten (sobre el cantante de The Clash). Lamentablemente, no pudo ir a la presentación de este último en el cine en el que yo estaba (dios me odia!!!!), así como yo tampoco fui a la charla que dio en el Museo de los Niños, pero no importa, ya hablé con él, y acordamos juntarnos a tomar una cerveza este finde.

Acá, transcribo tres anécdotas que aparecen en el diario del Bafici.

Free Fallin' Pistols

Los Pistols era una banda punk hardcore y no les gustaba que los filmen. Por eso, cuando me veían con una cámara, hacían lo imposible para que dejase de filmar. Sid, por ejemplo, tenía un talento increíble para escupir desde largas distancias y darle al lente de mi cámara. Pero bueno, recuerdo particularmente un show semi-secreto durante la famosa gira cancelada, en un cine abandonado, en el que me metí a filmar desde un palco viejísimo, que supongo no se usaba hace un tiempo. En el medio del recital, el piso se desprendió y caí de espaldas sobre el público, y después sobre el piso del lugar. Cuando me levanté, los Pistols habían dejado de tocar y estaban todos señalándome y riéndose. Y yo, abrazado a mi cámara, hecho mierda.


Leche y cassettes para Woody

Ufff... Strummer era un tipo increíble, tengo miles de anéctoras con él. Me acuerdo que antes de saber quién era, me lo cruzaba casi a diario en el barrio donde vivía, un lugar repleto de casas abandonadas. Te dabas cuenta cuál estaba habitada por las dos botellas de leche en las escaleras a la mañana, horario en el que generalmente los tipos como nosotros volvíamos de algún bar o algo así. La costumbre a esas horas era robar una botella en el camino de vuelta; dejar una para sus dueños verdaderos y llevarse la otra para el té de la mañana. Salvo Joe, que siempre se llevaba las dos.
Ya siendo amigos, viajábamos mucho en auto, y cada vez que pasábamos por una estación de servicio, me hacía parar para revisar las pilas y pilas de cassettes que se vendían en oferta, como un último escalón de promoción antes de su desaparición del universo comercial. Revisaba y revisaba hasta que volvía con un hallazgo, siempre.


No te banco más, Glasto

Filmar el festival de Glastonbury fue algo gigantesco y agotador. Durante mucho tiempo fui y grabé muchísimo material, hasta que llegué al punto de no poder capturar un solo segundo más. Era raro:iba, me la pasaba mirando a través del visor de la cámara, encontraba cosas buenísimas, pero no las filmaba. No me preguntes por qué, pero no podía. Había algo en mi cabeza que decía "no, no...no podés filmar más". También en otra oportunidad, me cagaron a trompadas mientras filmaba, pero eso es otra historia.

9/4/08

Laura (y su pelo)

Laura cuida su cabello, no es que le guste, más bien, lo contrario, pero como no puede cambiarlo, hace todo lo posible para que se vea bien. Por eso, le da cien cepilladas, deja el peine a un lado y toma el spray. Lee la etiqueta para saber cómo aplicarlo y rocía su cabellera con la sustancia. Se levanta para mirarse en el espejo, se acomoda un corto pelo fuera de lugar. Lo compara con el de las actrices y modelos cuyas fotos adornan la habitación, todas con pelos lacios, brillantes, en excelentes condiciones, como a ella le gustaría tener. Sin más que hacer, se va a dormir.
Se despierta sobresaltada al sentir el cuerpo de su perro cayéndole encima. Da vueltas en la cama, intentando reconciliar el sueño, pero es en vano. Al final, en un estado somnoliento, se dirige hacia el baño. Se lava la cara y toma un fino peine, con el cual hace presión para que se hunda en su cabellera, pero se le rompe. Lo mira extrañada y se lleva una mano a la cabeza. Para su horror, siente su cabello duro, compacto, como un casco. Lo golpea con los nudillos y produce un ruido hueco. Comienza a gritar y a intentar peinarse con todos los cepillos que tiene. Corre de nuevo a su cuarto y busca el spray, pero el perro está jugando con él, comiéndose la etiqueta. Lo único que puede leer es la fecha de vencimiento pasada hace ya varios años.
Vuelve al baño y se mete bajo la ducha. Coloca mucho shampoo en sus manos y luego, lo aplica en su cabeza. Se desliza como si nada. Lo mismo pasa con la crema de enjuague.
Llorando a todo pulmón, se sienta en el sillón. Al cabo de un rato, ya casi sin lágrimas, se viste con su remera rosa favorita y sale a la calle. Hace sonar el timbre en casa de su padre y le cuenta lo sucedido. El hombre medita y se dirige a la cocina. Trae un cuchillo en la mano e intenta atravesar el cabello-casco. Lo único que consigue es que la punta se doble. Laura vuelve a llorar y el hombre se va en busca de un taladro. Ella se queda quieta en su lugar, apenas si respira. La mecha del taladro se acerca lentamente. Toca el pelo y salen chispas. El padre sigue intentando, pero como nada más sucede, recurre a su última opción: de su billetera, saca la tarjeta de un peluquero, Don Alfonso, toda una leyenda en el barrio.
Se suben a la moto y se da cuenta que no le hace falta usar el odioso casco, que en otros tiempos la despeinaba porque su cabello por si solo alcanza como protección. Llegan a la pequeña peluquería. El viejo está afilando sus tijeras, pero al ver el pelo de la joven, se le caen al suelo. Baja las persianas y cierra la puerta con llave. La hace sentar en una silla, manosea su cabeza, la estudia con diferentes elementos y, luego, se coloca un barbijo y unos guantes. De un elevado estante, comienza a bajar distintos frascos y va mezclando su contenido, hasta que obtiene una espesa y viscosa masa azul. Acerca un farol hasta su clienta y comienza a aplicarle la medicina.

Laura despierta a la mañana siguiente. Todavía tiene la mezcla azul, así que se da una ducha para quitársela. Poco a poco, ve caer la masa en el piso de la bañera y sus pelos van cobrando movilidad. Sonríe satisfecha. Coloca crema de enjuague y se pasa el peine para desenredar. Un mechón de cabello cae y se va por la tubería. Otro. Un tercero. Con desesperación, empieza a tirarse desde el cuero cabelludo y se va quedando con mechones entre sus manos. Grita, mientras lo último que le queda de pelo se va por el desagüe.

Semanas más tarde, Laura recorre la casa juntando todos los cepillos y productos para el pelo y los arroja al tacho de basura. Se viste para salir. Se detiene frente al espejo y se quita el pañuelo que lleva en la cabeza. Apenas si tiene algo de cabello. Abre la puerta del armario y selecciona una de sus cuatro pelucas, con el pelo lacio, brillante, suave y peinado a la perfección, se la pone. La compara con las cabelleras de las fotografías y sonríe ampliamente. Le guiña un ojo a su reflejo y se marcha.

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Y estas son las cosas que presento en la facultad...y para sorpresa de todos (me incluyo), el tipo me dijo que estaba bien 0_0

6/4/08

El subte

El hombre está apoyado contra la puerta del subte, sin inmutarse frente al cartel que dice que no lo haga. Repentinamente, las puertas se abren y él cae hacia las vías, dando un manotazo inútil para salvarse. Su cuerpo golpea con fuerza y algo le separa la cabeza del resto del cuerpo. Se eleva por los aires, salpicando las paredes del túnel con sangre. Da de lleno con la ventanilla de un vagón y la expresión de horror de los pasajeros es casi igual a la de su rostro pegado al vidrio, la misma expreción que tenía al caer.

2/4/08

Mi encuentro conmigo

No recuerdo la etapa en donde mis pies no llegaban a tocar el suelo cuando me sentaba. ¿Qué pensaría? Esa etapa en dónde mi voz sonaba exactamente igual a la de mis compañeritos, pero que sin embargo, yo creía distinguir durante las grabaciones en las que cantábamos. Estoy segura que actualmente, no podría.

¿Qué diría mi pequeña yo si me viera ahora? Si viera en lo que la convertí...¿le gustaría? ¿estaría conforme? Sé que de seguro tendría miles de cosas que reprocharme, pero de otras estaría orgullosa. "¿Cómo no seguiste dibujando? ¡Te encantaba!" Es cierto, me pasaba el día dibujando, pero vos no entendés, perdí la mano...ya no sé cómo hacerlo. Y ahí, con tu mirada simple, mucho más inocente que la mía, esa mirada de nena que hay cosas que aún no puede ver, que aún no sabe, me darías la solución. Me dirías que es cuestión de práctica, de ponerle ganas. "Después de todo, hiciste un tigre". =) Sí, lo hice, con ayuda, pero lo hice, tenés razón.

¿Te imaginabas esto para vos? Digo, cuando pensabas en tu futuro, si lo hacías, cuando imaginabas cómo serías a la edad de "las chicas grandes", si es que alguna vez se te cruzó por la cabeza, ¿creías que sería algo así?

Perdón, pequeña yo, si te defraudé. No fue mi intención. Las cosas se dieron así, ¿sabes? Y no siempre tomé la mejor decisión, (probablemente eso siga pasando, sabelo), pero lo hice lo mejor que, con todas mis limitaciones (y no me refiero a cuestiones físicas), pude (sí, más de una vez quise darme la cabeza contra una pared...son cosas que pasan...).

Si querés saber, sí, en parte, seguís siendo una niña. Seguís imaginando cosas (aunque últimamente, algunas un tanto más morbosas). ¿Te acordás cuando escribías con afán en tu diario y contabas tu cosas suuuuper importantes? Bueno, eso ya no está. Eliminaste al diario, un buen día, te cansaste. Y con los años, te fuiste volviendo más... "reacia" a contarle tus cosas a la gente...en realidad, depende de qué tan "comprometido" te resulte algo como para decirlo. La verdad, no sé cómo haces catarsis (buscalo en el diccionario), pero no estallás. Lo cabeza dura no se te quitó, una lástima. Y algunos temores tampoco (en séptimo vas a hacer algo que...nunca más vas a repetir (por lo menos, no hasta ahora), y en verdad, no sé cómo pudiste animarte a hacerlo...).

No sé qué decirte, pequeña yo. Puedo contarte todo lo que va a suceder desde tu tiempo hasta el mío, y satisfacer tu curiosidad, pero, en realidad, es más lo que vos podés darme que lo que yo te puedo dar. Verías las cosas distinto, siempre fuiste muy alegre, tal vez puedas regalarme un poco de alegría para los días bajoneados, me dirías que está todo bien (aunque yo sabría que es una mera generalización), y traerías soluciones, consejos, como los que soles pensar, que reducen cualquier problema (de cualquier persona), a nimiedades, que los hacen parecer tontos o muy sencillos, por no decir de solución evidente. ¿Y yo qué podría darte, además de calmar tu "sed de conocimiento"? Podría incentivarte, por ejemplo, a escuchar otro tipo de música ( o Música, mejor dicho)...no tenías lugar para sacar algo más "copado", digamos. Tal vez,incluso, con tus soluciones y mi ayuda, lograríamos mejorar ciertos aspectos de nuestra persona.

Me siento como Bruce Willis en Mi encuentro conmigo.

Afortunado el hombre ese.

Y todo esto, por ver a una nena en el subte...

23/3/08

Stone Cold (crazy)

Primero, hay que dejar de pensar. No me refiero a que vaya a ser una más de la sociedad imbécil al por mayor (quiero creer que no lo soy), sino que NO me voy a maquinar más. Haciendo gala de lo poco que sé de francés, c'est suffi.



Maquinar me hace volver una y otra vez al mismo punto, ¿y que obtengo de eso? mierda. Entonces, hasta acá se llega, señores. Sí, lo dije muchas veces. Pero en esta oportunidad, quiero lograrlo.De verdad (la cuestión es cómo...siempre es el "cómo").



Reemplazaré eso con otra cosa. Ocuparé mi tiempo. ¿Evación? Tal vez. Hay gente que cree que el fin sí justifica los medios...yo no, pero por esta vez, voy a hacer una excepción. No cruzo el río, lo bordeo. Siendo franca, ni siquiera sé si a esto se lo puede llamar evación. Hago de cuenta que no existe. Además, ¿no sería lindo cumplir con varias de mis metas anuales (¡aunque sea una!)? Capaz que después de un tiempo, me creo que no existe. Y...¡adiós raye! ¡Hola, témpano de hielo!



Objetivo cumplido.

22/3/08

Marta


Marta sube al colectivo que la llevará por un viaje en el tiempo, aunque eso no aparece anunciado en su recorrido, que finaliza, según reza el cartel, en Chacarita. No es la primera vez que Marta, con sus sesenta y pico de años está allí: fue al cementerio en tres oportunidades, para enterrar a sus padres, a su marido y a una amiga. Ahora, el colectivo transita esas cuadras donde el tiempo se detuvo, donde todavía le es posible remontarse a su época de niña.

La pequeña Marta salta la soga en la puerta de la casa, junto a María y a Estela. Va por los 40 brincos y ya no le quedan más fuerzas, pero si llegara a los 50, lograría romper el récord de la cuadra y, por qué no, del barrio. Respira agitadamente y sus mejillas están sonrosadas, pero vale la pena. Sus amigas la aplauden cuando alcanza el tan deseado número.

Es la tarde y su madre sale con una silla a tomar mate en la vereda. Lo mismo hacen las vecinas, hasta que forman un grupo de señoras prestas a enterarse de las novedades. Marta y su hermano se unen al grupo de niños que, apropiándose de la calle, juegan a la mancha.

Gustavo tiene 8 años y corre como el demonio. Para Marta, 2 años mayor, es difícil seguirle el ritmo; ya sabía que no podía ganarle una carrera a su hermano. Gustavo siente el viento golpeándole la cara y le encanta, se deja llevar. Es tan placentero que no puede parar, TIENE que sacarle todo el jugo. Y cierra los ojos, eso siempre ayuda. Marta lo ve. Otra vez. Corre, como nunca había corrido en su vida, con una velocidad que ni en sueños había imaginado alcanzar. Marta quiere gritar, pero la voz no le sale y solo se queda ahí, apoyada contra la ventanilla, intentando detener con la mirada el tiempo. Alcanza a su hermano y lo tira para atrás, justo antes de que el auto pasara. Se hace un corte en el brazo, pero no le duele, no lo siente, está demasiado asustada como para ponerse a analizar qué es lo que le está indicando el sistema nervioso. Marta llora. Hoy, Marta sí siente, sí le duele, y mucho. El tajo volvió a abrirse. Gustavo corrió, se escapó, para siempre. Y Marta no pudo ayudarlo dos veces.

12/3/08

Recuerdos de las vacas gesellinas






































Estuvieron copadas estas vacaciones, muy divertidas. La idea es que estas pequeñas fotos reflejen algunos momentos, temas y seres importantes o de aparición reiterada.
=)
Pato, Chichi, Necol. ;)

25/2/08

George Harrison - ¡65 años!

Nací en el 12 de Arnold Grove, Liverpool, en febrero de 1943. Mi padre había sido marino, pero en aquel entonces conducía un autobús. MI madre procedía de una familia irlandesa llamada French y tenía montones de hermanos y hermanas. Ella era católica. Mi padre no y, aunque siempre nos decían que si no eras católico pertenecías ala iglesia anglicana, él no parecía perteneces a ninguna parte.
Yo tenía dos hermanos y una hermana. Mi hermana andaba por los doce años cuando yo nacía, acababa de pasar el examen Eleven Plus. En realidad, no guardo muchos recuerdos de ella en aquella época porque se marchó cuando yo tendría unos diecisiete años. Se fue a estudiar para maestra y ya no volvió.
Mi abuela materna vivía en Albert Grove, al lado de Arnold Grove, así que cuando era pequeño podría salir por la puerta trasera de mi casa y pasar a la suya por las cancelas traseras (en Liverpool las llaman “jiggers”). Me quedaba allí cuando mi madre y mi padre estaban trabajando.
Mi abuelo paterno, a quien nunca conocí, era constructor, y había construido muchas de las grandes casas eduardianas de Princes Road, Liverpool. Allí viían los médicos y otros profesionales liberales. En aquellos tiempos se construía bien: buena mampostería, ladrillos y madera. Quizás el interés por la arquitectura me venga de mi abuelo. Me gusta ver edificios bonitos, ya sea una casita de campo con el techo de paja o la estación de St. Pancras. Siempre he pensado que la vida es lanzarse e inventar oportunidades, hacer que pasen cosas. Nunca pensé que algún día no pudiera vivir en una gran mansión, por el hecho de ser de Liverpool.
Mi casa era muy pequeña. Dos arriba y dos abajo; un peldaño directo a la calle, un peldaño a la estancia del fondo. La habitación de delante nunca se usaba. Era una suite de tres piezas con linóleo, hacía un frío de muerte y nadie entraba nunca. Yodos nos apiñábamos en la cocina, donde había fuego, la tetera a punto y un pequeño hornillo de hierro.
Gran parte del jardín estaba pavimentado (salvo un trocito donde había un macizo de flores de dos palmos); había un lavabo detrás y, durante un tiempo, un pequeño gallinero donde teníamos gallitos. De la pared del patio trasero colgaba una tina de zinc, que llevábamos dentro y llenábamos con cacerolas de agua hirviendo. Así nos bañábamos. No había cuarto de baño, nada de jacuzzis.
Mi primer recuerdo es el de estar sentado en un orinal en lo alto de las escaleras haciendo caca y haber gritado: “¡Ya está!”. Guardo otro recuerdo de cuando era muy pequeño, el de una fiesta en la calle. Había refugios antiaéreos, bancos y mesas, y la gente estaba sentada por allí. No debía de tener más de dos años. Teníamos una fotografía donde aparecía yo en esa escena, así que seguramente, siendo niño, podría revivirla a partir de la foto, de ahí que lo recuerde. Arnold Grove era un poco como Coronation Street, aunque ya no recuerdo a ninguno de los vecinos. Estaba detrás del Lamb Hotel, en Wavertree. Había un gran cine art-decó llamado The Abbey y la torre del reloj Picton. Bajando por una calleja adoquinada llegabas al matadero, donde se cargaban a los caballos.
En aquellos días había mucha animación en Liverpool. El Mersey era muy importante, con todos aquellos transbordadores y los grandes buques procedentes de América o de Irlanda. Había muchos edificios antiguos y monumentos, un poco sucios pero bonitos. Y entre todos aquellos edificios se veían zonas bombardeadas, que nunca se había despejado. El día que me marché de Liverpool (en 1963) aún quedaban grandes solares llenos de escombros por impactos directos. Cuando ibas de compras, veías grupos de gente reunida en algún solar mirando a un tipo esposado y encadenado que trataba de escapar de un saco. Siempre había gente haciendo cosas así: el síndrome Houdini.
Los tranvías recorrían las calles adoquinadas, y los cables pasaban por arriba. Íbamos a todas partes en tranvía, y para llegar al Wirral tomábamos el tren subterráneo. Para cuando tuve bicicleta, los autobuses habían reemplazado a los tranvías; arrancaron los carriles y asfaltaron las calles.
Guardo recuerdos de haber ido a comprar con mi madre los sábados. Me llevaba a casa de señoras mayores que, por lo visto, conocía y quines siempre debía una visita. No debían de ser tan mayores, pero de niño todo el que pasa de los veinte te parece viejo.
Y había teatros nuevos-cines en pequeños edificios de época-donde ponían dibujos animados y el Pathé Pictorial News. No había pase principal y la sesión duraba unos cincuenta minitos; podías ir a comprar y, cuando te cansabas, tomabas un café, ibas al News Theatre, veías unos dibujos animados y después seguías comprando.
Cuando era muy pequeño entré en los boy scouts, que estaban en una iglesia católica llamada San Antonio de Padua… un viaje un poco largo para llegar a los scouts. (Tenía que ir volando en Alitalia, la única línea aérea con pelo bajos las alas.) Y cuando llegábamos a casa, Akela nos mandaba a dormir. Mi madre iba a la iglesia de vez en cuando, en las ocasiones normales, Pascua, Navidad y todo eso, y cuando era pequeño me llevaba con ella. Tomé la primera comunión a los once años. Pero me libré de lo demás porque por aquel entonces nos habíamos trasladado a Speke.
No me gustaba mucho el colegio. Recuerdo que fui un tiempo al parvulario. No me volvía loco. Guardo tres recuerdos de Dovedale Road Infant School: el olor a col hervida, una niña con el pelo rubio y rizado y la casita de Peter Pan en una esquina de la clase, hecha por todos los niños.
Después fui a Dovedale Juniors. Allí me lo pasaba bien porque hacíamos mucho deporte. Fútbol y los típicos juegos. Yo pensaba que corría muy rápido y me gustaba jugar al fútbol. Creo que todos los niños se creen muy buenos aunque sean unos paquetes. John estuvo yendo a Dovedale al mismo tiempo que yo. Jugábamos en el mismo patio, pero yo no lo conocía, seguramente porque era mi primer año y el último suyo.

Seguí yendo a Dovedale cuando nos mudamos a Speke. Vivía en Upton Green nº 25. Habían construido unas casas subvencionadas allí, con baño y cocina. Nosotros llevábamos años esperando la casa nueva y por fin nos colocamos en los primeros de la lista y nos trasladamos.
Speke está en las afueras de Liverpool, en dirección al interior. Quedaba bastante lejos, un viaje en autobús de 40 minutos. Como el río Mersey serpentea hacia arriba, se vuelve más estrecho por la zona de Widnes y Runcorn. Allá estaban todas las fábricas construidas en los cuarenta: Bryant y May (que fabricaban cerillas) y Suministros Médicos Evans. Dunlop tenía una sucursal justo al borde del aeropuerto de Speke. En el perímetro del aeropuerto había un sitio estupendo, Speke Hall, y un viejo edificio Tudor.
Estábamos a sólo un tiro de piedra de Widness. Yo me pasaba la vida en Oglet, la desembocadura del río. La marea bajaba a lo largo de tantos kilómetro que el lecho del río se convertía en barro. La gente iba en moto arriba y abajo. Yo caminaba horas y horas por los acantilados lodosos de Mersey, y también por los campos y los bosques. Me gustaba estar al aire libre.
Recuerdo algunos incidentes desagradables sucedidos cuando nos trasladamos a Speke. Había maridos que abandonaban a sus mujeres, y mujeres que tenían hijos cada dos por tres. Y siempre había hombres vagando por allí y metiéndose en las casas… para echar un polvo, supongo. Recuerdo que mi madre tuvo que sacar de casa a un tipo que entró soltando tacos y maldiciendo. Ella agarró un cubo de agua y se lo tiró desde la entrada, se metió en casa y cerró la puerta. La cosa se repitió en un par de ocasiones.
Los curas visitaban todas las casas del vecindario para pedir dinero. Nosotros no nos portábamos mal, pero algunas familias eran terribles. Apagaban todas las luces y la radio y hacían como que no estaban en casa. Mi padre ganaba siete libras y diez chelines a la semana, así que una limosna de cinco chelines-lo que solía dar-era mucho dinero. En aquella época, no vi a nadie en el paro. Probablemente era demasiado pequeño para darme cuenta. De niño sólo te preocupa el día a día, eres ajeno a la política internacional o a cualquier cosa que no sea tu propia vida. Gracias a las limosnas, construyeron una gran iglesia. Antes, había una iglesia provisional en un barracón. En las paredes se narraba el vía crucis. Recuerdo que cuando lo vi por primera vez pensé: ¿De qué va todo esto? Vale, veías a Cristo por la calle con la cruz a cuestas mientras todo el mundo le escupía, eso estaba claro, pero no tenía ni pies ni cabeza. Todo aquello me producía cierta sensación de hipocresía, aunque no pasaba de los once años. En todos los complejos urbanísticos de las ciudades inglesas paso lo mismo: en una esquina está la iglesia y en la otra el pub. La gente se pone hasta el culo y después va a la iglesia, reza tres avemarías y un padrenuestro y deja cinco libras en el platillo. A mí todo aquello me resultaba muy ajeno. No las vidrieras ni las imágenes de Cristo, eso me gustaba mucho, y el olor a incienso y a velas. Lo que no me gustaban eran las gilipolleces. Después de hacer la comunión, se suponía que tenía que confirmarme, pero pensé: “No voy a molestarme, ya me confirmaré más tarde yo mismo”.
A partir de entonces dejé de ir a la iglesia, pero cada jueves venía un niño para anunciar la llegada del cura. Recorría las calles llamando a las puertas y gritando: “¡Viene el cura!” Y todos decíamos: “¡Mierda!”, corríamos como locos al piso de arriba y nos escondíamos. Siempre le tocaba a mi madrea abrir la puerta. El cura decía: “Hola, señora Harrison, qué placer volver a verla. El señor esté contigo…” Ella le plantaba dos monedas de media corona en aquella manita sudorosa para la construcción de otra iglesia.
Tuve una infancia feliz, rodeado de muchos familiares lejanos y muy cercanos. Me despertaba por la noche, salía del dormitorio, me asoma de arriba de las escaleras y veía a un montón de gente celebrando una fiesta. Seguramente sólo eran mis padres y un par de tíos (tenía unos cuantos tíos calvos; decían que habían perdido el pelo de usar la cabeza para abrir la puerta de los pubs), pero a mi me parecía que habían montado una fiesta a mis espaldas. No recuerdo qué música sonaba. Seguramente tenían la radio puesta.
En aquellos tiempos las radios eran de lámparas. Bueno, no del todo. Funcionaban con pilas: pilas raras con ácido dentro. Tenía que llevar la pila a una tienda de la esquina y dejarla tres días para que la cargaran.
Escuchábamos todo lo que sonaba en la radio: tenores irlandeses como Josef Locke, música de orquesta de baile, Bing Crosby, gente así. Mi madre siempre estaba dando vueltas al dial buscando una emisora árabe o algo parecido, y después la dejaba hasta que había tantas interferencias que ya no oías nada. Entonces, ponía otra cosa.
Recuerdo haber escuchado de niño los discos de mis padres: todo el viejo music-hall inglés. Teníamos un disco llamado “Shenanaggy Da”: “Old Shenanaggy Da, he plays his guitar…”, pero el agujero del medio estaba descentrado así que sonaba raro. Genial. Había otro llamado “Fire, Fire, fire, fire, fire”. Decía: “Why do all the engines chuff-chuff? It’s a fire, fire, fire, fire, fire.” Tenía montones de estrofas, con efectos de sonido de camiones de bomberos, gritos de la multitud y gente atrapada en lo alto de un edificio. Era un EP de doble cara. Cuando llegaba al final de la primera, decía: “Eh, dadme la vuelta y seguiré sonando un rato.” Le dabas la vuelta y sonaba el estribillo y otras veinte estrofas.
No entiendo a la gente que dice: “Solo me gusta el rock and roll” o “Sólo me gusta el blues” o lo que sea. Incluso Eric Clapton reconoce haber sido influenciado por “The Runaway Train Went Over The Hill”. Como digo en mi libro I me mine, mis primeros recuerdos musicales son cosas como “One Meatball” de Hosh White y esas canciones de Hoagy Carmichael y otros por el estilo. Diría que incluso las porquerías que más odiábamos –las cursilerías americanas de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta como “The Railroad Runs Through The Middle Of The House” o la inglesa “I’m a Pink Toothbrush, You’re A Blue Toothbrush”-, incluso eso nos ha influenciado en cierto modo, nos guste o no. Lo he asimilado y puede salir en un momento determinado. Se deja ver en algunas de nuestras canciones, como en la parte del medio de “Yellow Submarine”.
Puedes oír algo pensando que no te gusta y que no te está influyendo. Pero eres lo que comes, lo que ves, lo que tocas, lo que hueles y lo que oyes. La música siempre ha poseído una cualidad trascendental en tanto que llega a partes de ti que creías inaccesibles. Y te puede afectar de un modo que tú no puedes expresar. A veces pienses que no te ha afectado, y años después, cuando menos te lo esperas, surge. Creo que, como Beatles, tuvimos la suerte de estar abiertos a todo tipo de música. Escuchábamos todo lo que ponían en la radio. En aquellos tiempos, se llevaba la palma.
Mi hermano mayor, Harry, tenía un pequeño tocadiscos portátil donde podías poner singles y LP. Aceptaba hasta diez discos de una vez, aunque él sólo tenía tres. Los guardábamos en la funda con mucho cuidado, uno era de Glenn Miller. Cuando se iba, lo recogía todo, cables y enchufes, lo guardaba muy bien y no nos dejaba tocarlo. Pero en cuando salía, mi hermano Pete y yo lo montábamos otra vez.
Escuchábamos cualquier cosa. Mi padre, cuando era marino, había comprado un gramófono de cuerda en Nueva Cork y se lo había traído en el barco. Era de madera, con puertas; las de arriba tenían un altavoz detrás y los discos se guardaban en el fondo. Y las agujas iban metidas en cajitas de hojalata.
También se trajo algunos discos de América, incluido uno de Jimmie Rodgers “The Singing Brakeman”. Era el cantante favorito de Hank Williams y el primer intérprete country que oí. Tenía un montón de canciones como “Waiting for A Train”; por ese disco empecé a tocar la guitarra.
Más tarde hubo gente como Big Bill Broonzy y un cantante de country y western llamado Slim Whitman. Convirtió en grandes éxitos las conciones de la película Rose Marie. La primera persona que vi tocando la guitarra fue Slim Whitman, no sé si en la foto de una revista o en directo, en la televisión. Las guitarras se estaban poniendo de moda.
Acababa de dejar la Dovedale Junios School para ir al Liverpool Institute cuando me ingresaron en el hospital. Me puse enfermo a los doce o trece años, por problemas de riñón. Siempre tenía amigdalitis; enfermedades infantiles. Me dolía la garganta constantemente y aquel año la infección se propagó y me provocó una nefritis, una inflamación de los riñones.
Estuve en el hospital Alder Hey durante seis semanas a una diera sin proteínas. Tenía que comer espinacas y cosas asquerosas. Fue entonces cuando pedí la primera guitarra. Había oído que Raymond Hughes, un compañero de Dovedale –yo ya iba al instituto y llevaba un año sin verlo- tenía una guitarra y quería venderla. Costaba tres libras con diez chelines. En aquel entonces era mucho dinero, pero mi madre me los dio y fue a casa de Raymond a comprarla.
Era una porquería de guitarra, pero para empezar estaba bien. Vi que tenía un tornillo en la parte trasera del mástil. Como era curioso, agarré un destornillador y lo quité, y todo el mástil se salió. No pude arreglarlo bien, así que guardé en un armario las dos piezas y las dejé allí. Al final –me pareció como un año más tarde- mi hermano Pete me la reparó. El mástil quedó cóncavo, así que sólo le podías sacar un par de acordes. Trasteaba de mala manera.
Mi padre había tocado la guitarra cuando estaba en la marina mercante. Pero empezó a faltar trabajo, él abandonó la marina y vendió la guitarra. Cuando empecé a tocar me dijo: “Tenía un amigo que tocaba”. Por algún motivo, seguía en contacto con él y lo llamó por teléfono. Se llamaba Len Houghton y tenía una licorería, encima de la cual vivía. Los jueves cerraba y mi padre lo arregló para que pudiera ir allí cada semana dos o tres horas. Me enseñó acordes nuevos y me tocaba canciones como “Dinah” y “Sweet Sue”, y melodías tipo Django Reinhardt y Stéphane Grapelli. Canciones de los años veinte o de los treinta, como “Whispering”. Fue muy amable.
En aquella época conocía a Paul McCartney en el autobús, al volver del colegio. Por entonces los autobuses no habían llegado al complejo donde yo vivía, así que tenía que bajar del autobús y caminar veinte minutos para llegar a casa. Paul vivía cerca de la última parada, en Western Avenue. Muy cerca estaba Halewood, donde solíamos jugar. Había estanques con espinos dentro. Ahora hay una fábrica apestosa de Ford que ocupa un montón de hectáreas.
Así que Paul y yo viajábamos en el mismo autobús, con el mismo uniforme, cuando volvíamos a casa del instituto. Descubrí que tenía una trompeta y él se enteró de yo tenía una guitarra, y nos hicimos amigos. Yo tenía unos trece años. Él debía andar por los catorce recién cumplidos. (Siempre fue nueve meses mayor que yo. Incluso ahora, tras todos estos años… sigue siendo nueve meses mayor.)
Al alcanzar la adolescencia, oí “I’m In Love Again” de Fats Domino. Fue lo que yo llamaría el primer disco de rock and roll que oí. Otro disco de mi época de colegio es “Whispering Bells” de Del Vikings; aún recuerdo cómo sonaban las guitarras. Y después, por supuesto, “Heartbreak Hotel”. La oí un día por la radio y se me quedó grabada para siempre en la cabeza. Elvis, Little Richard y Buddy Holly nos influyeron mucho, y aún hoy día su música sigue siendo mi rock and roll favorito.
En la escena pop de entonces había de todo. Estaban las grandes estrellas: Fats Domino, The Coasters y Elvis, y después artistas cuyo discos oías pero que no se veían con mucha frecuencia, alguna que otra foto en una revista. Después estaban los artistas británicos, como Tommy Steele (la primera estralla pop y rock de Inglaterra) y más tarde Cliff Richard. Y la gente de Larry Parnes: Billy Fury, Marty Wilde y otros. Era emocionante, porque por primera vez veían una chaqueta roja o una camisa negra, o una Fender Stratocaster o cualquier guitarra eléctrica.
Ver a los artistas que venían a Liverpool Empire y que llevaban amplificador era lo más emocionante del mundo. Hoy día hay tanto donde elegir que unos puede tener sus propios gustos, distintos a los de cualquier otro. En aquellos tiempos valía aquello de que los mendigos no pueden andar con exigencias. Íbamos desesperados detrás de cualquier cosa nueva. Si entrenaban una película, tenías que verla. Si sonaba un disco, tenías que oírlo, porque había muy poco de todo. Hacía pocos años que había terminado el racionamiento. Costaba conseguir incluso una taza de azúcar; no digamos ya un disco de rock and roll.
Recuerdo cierta ocasión en que conseguí el dinero para compara “Rock Around The Clock” Bill Haley, y le pedí a alguien de mi familia que me lo comprara. Me moría de ganas de tenerlo. Volvieron a casa, me dieron un disco y dijeron: “Se les había acabado Billl Haley, así que te he comprado éste”. Era uno de The Deep River Boys. Pensé “¡Oh, no, mierda!” Fue una decepción terrible, y el primer disco que no conseguí. A lo largo de la vida he aprendido que no se debe decepcionar a la gente que cuenta contigo.
No pude ver a Buddy Holly cuando vino, sólo en el show de televisión del London Palladium. Cuano Bill Haley estuvo en Luverpool, no pude pagar la entrada. Costaba 15 chelines; mucho dinero para un colegial. Siempre me he preguntado de dónde sacó Paul la pasta, porque él fue a verlo. Pero sí fui al Liverpool Empire en 1956 a ver a Lonnie Donegan, y a gente como Danny y los Juniors, y a The Crew Cuts (tocaron “Herat Angel” y “Sh-Boom”, una versión de una canción de The Penguins).
Fui a unos cuantos conciertos, el mejor el de Eddie Cochran. Eso fue un par de años después. Lo acompañaba un grupo inglés. Recuerdo bien a Eddie Cochran: llevaba un chaleco de cuero, pantalones de cuero y una camisa color frambuesa. Empezó con “What’d I Say” y cuando abrió el telón estaba de espaldas al público, tocando el riff. Yo le miraba los dedos para ver cómo tocaba. Llevaba la guitarra Gretsch, la de las fotos, con una pastilla Gibson negra y trémolo Bigsby. Era la 6120 naranja de Chet Atkins, la que yo usé más tarde en el especial de televisión de Carl Perkins, con una G grabada en la madera. Era muy buen guitarrista y eso es lo que más recuerdo No sólo me impresionaron sus canciones (y tenía muchas canciones buenas, incluidas “Summertime Blues”, “C’mon Everybody” y “Twenty Flight Rock”), sino también sus versiones, como la del “Hallelujah, I Love Her So” de Ray Charles.
Hubo un intermedio divertido entre canción y canción. Él estaba allí, de pie ante el micro, y antes de empezar a hablar se echó el pelo hacia atrás con las dos manos. Una chica, una voz solitaria gritó: “¡Oh, Eddie!” y él murmuró al micro, descaradamente: “Hola, cielo”. Yo pensé “¡Sí! ¡Esto es! ¡Esto es rock and roll!”
Y, por supuesto, se trajo el gran secreto de América: la tercera cuerda sin entorchado. Años más tarde me hice amigo de Joe Brown, que había ido de gira con Eddie, y me enteré del secreto. Cuando oigo las primeras grabaciones de The Beatles, me llama mucho la atención una parte que toco con la tercera cuerda y que suena como tres notas. Hace “de diddle dum”. Si hubiera usado una cuerda sin entorchar, de calibre menos, habría podido hacer el forzamiento. En aquellos tiempos no era lo bastante listo para pensar: “Pondré otra segunda cuerda en lugar de la tercera para poder forzarla”. Pero Eddie Cochran había pensado en todo.
El boom del skiffle empezó en mi adolescencia. Lonnie Donegan influyó mucho más en los grupos de rock ingleses de lo que jamás se ha reconocido. A finales de los cincuenta era prácticamente el único guitarra que podías ver. Tenía mucho éxito y unas críticas magníficas. Poseía una gran voz, un montón de energía y cantaba muy buenas canciones: versiones pegadizas de Leadbelly y cosas así.
Me encantaba. Fue mi gran héroe. Todo el mundo se compró una guitarra e hizo grupos de skiffle por él. El skiffle surgió del blues, pero era tan fácil de tocar que resultaba accesible para todos nosotros, blancos del miserable Liverpool. Era lo más barato del mundo: sólo una tabla de lavar, un cajón de té, un poco de cordel, un mango de escoba y una guitarra de 3 libras y 10 chelines. Y era un modo sencillo de iniciación a la música, porque muchas de las caniones sólo tenían dos acordes; tres como máximo. Había un montón de temas buenos; canciones del tren , como “Midnight Special”, “Wabash Cannonball” y “Rock Island Line”; cientos de temas magníficos cuyo origen era la cultura de los esclavos negros.
Todo el mundo tocaba en un grupo de skiffle, y aunque la mayoría desaparecieron, los que quedaron se convirtieron en los grupos de rock de los sesenta. Tenían un folclore propio. Recuerdo que había un grupo llamado Eddie Clayton (en el que Ringo estuvo un tiempo) y pensamos: “Éstos son buenos”. Un poco más tarde yo formé un grupo de skiffle llamado The Rebels, con Arthur Nelly y mi hermano, que había pillado una guitarra del garaje de alguien. Sólo hicimos un bolo, en el British Legion Club.
Cuando tenía trece o catorce años me sentaba al fondo de la clase y me ponía a dibujar guitarras, grandes guitarras “cello” con el agujero en “f” y otras pequeñas y sólidas con la forma recortada. Estaba muy metido en todo eso. Incluso intenté fabricar una guitarra, algo muy audaz por mi parte. En la ignorancia, te atreves a casi todo. Sólo hice un año de carpintería en el colegio. No se me daba muy bien, pero tampoco mal. Fabricábamos cosas muy sencillas, colas de milano y una escuadra biselada. Debí de leer en alguna parte cómo se hacía una guitarra, porque es imposible que se me ocurriera a mí.
Me hice con algo de madera de tres láminas. Primero, dibujé la forma que quería y después la recorté. (Era al estilo Les Paul, pero no tenía agujeros en “f”.) El cuerpo era hueco y en el interior de la parte trasera y delantera recorté unos cuadrados pequeños. Encajé espigas en los agujeros para sujetar la parte delantera. Después, empapé y doblé la madera del borde. Quedó muy desigual y llana de bultos por la parte que iba pegada. Mi gran error fue el mástil, que no pude hacer de una pieza porque no tenía una madera lo bastante grande. Lo hice hasta la cajuela, para fabricar la cabeza por separado. Vacié una parte por detrás de ambas piezas y atornillé una chapa de aluminio para mantenerlas juntas. Lo rellené todo con pasta de rellenar madera, compré el cordal, el puente, las clavijas, la cejuela y puse las cuerdas. Hice el agujero en “f” e incluso la barnicé. Después, al tensar las cuerdas, se hizo pedazos. Frustrado, la tiré a la leñera y no volví a hablar de ella.
La Hofner President fue mi primera guitarra decente. Era “cello” con agujero en “f”, basada en las grandes guitarras Super Gidson. Me pasaba horas sentado, tocando e intentando sacar cosas. Me quedaba despierto hasta muy tarde. No lo consideraba un ensayo, sino más bien un aprendizaje. Era lo único que me gustaba de verdad. Cuando tenía cuerdas nuevas, quitaba las viejas, limpiaba la guitarra, la pulía y la dejaba impecable.
Muy al principio me compré un manual de guitarra, que enseñaba la posición de los dedos para algunos acordes. Cuando conocí a Paul, le enseñé el manual. Entonces él aún tenía la trompeta. Lo miramos y sacamos algunos acordes, como do, fa y sol7. Pero sólo mostraba las posturas de dos dedos en el do y lo mismo con el fa, así que tuve que volver a aprenderlos más tarde. Recuerdo que me enfadé un poco. ¿Por qué no enseñaban el acorde entero?
Aprendes los acordes abajo del mástil, pero recuerdo haber descubierto las inversiones. De repente comprendí cómo se transformaban las posturas a medida que ibas subiendo en el mástil, los mismos acordes invertidos, cada vez más altos. Era genial, sacar todo aquello. Después, ya de más mayor, alguien me regaló un álbum de Chet Atkins y empecé a sacar melodías con distintos acordes.
Nunca fui un guitarrista técnico; siempre había algún tipo que tocaba mejor que yo. Había un chico que iba a la escuela con Paul y conmigo que terminó formando parte de The Remo Four. Se llamaba Colin Manley, y era uno de esos tíos que se ponía a copiar a Chet Atkins cuando tocaba dos piezas al mismo tiempo. Yo no tenía paciencia. Fue un milagro que llagara a hacer algo útil. De jovencito pillaba la guitarra y me ponía a practicar, pero era incapaz de hacerlo durante mucho rato; no tenía constancia.
MI primera novia fue Iris Caldwell, la hermana de Rory Storm. Era muy simpática y se rellenaba el sostén con algodón. (Probablemente ella no se consideraba mi novia. De joven nunca puedes estar seguro; te atrae una chica, o estás en una habitación con una chica que te gusta, y ya te crees que es tu novia.) Conocí a Rory antes que a The Beatles. Yo había visto a Iris un par de veces y solía ir a su casa a pasar el rato. Tenían un pequeño sótano que querían convertir en una especie de cafetería, uno de esos locales que estaba tan de moda en los cincuenta. Rory era atleta. Recuerdo que en un par de ocasiones salí con Iris y vi a Rory llegar a su casa corriendo, sudoroso porque se estaba entrenando, y al alcanzar la puerta consultar su reloj cronómetro.
El verdadero nombre de Rory era Alan Caldwell. Su padre se llamaba Ernie. Formaban una familia estupenda y todos se portaron muy bien con nosotros. Más tarde (a nuestro regreso de Hamburgo, cuando empezamos a hacer numerosos bolos en Liverpool y el norte de Inglaterra), utilizábamos la casa de Rory como centro de reunión cuando volvíamos a la ciudad después de nuestras actuaciones. Vi, la madre de Rory, nos preparaba una tetera tras otra y tostadas.
En sus ratos libres Ernie trabajaba de portero en Broad Green Hospital, el hospital local. Solía cantarles canciones a los pacientes. Era un tipo genial, de profesión limpiaventanas. Cuando llegábamos tarde por las noches, después de que Ernie se acostara, todos se ponían a bromear a su costa, pero en plan simpático. Era un hombre sencillo, tranquilo y afable. Cuando murió, nosotras ya habíamos grabado nuestros discos y habíamos abandonado Liverpool. Luego me enteré de la trágica noticia de que tras la muerte de Ernie, Vi y Rory se habían suicidado. Al cabo de un tiempo Iris se casó con Shane Fenton, quien se convertiría en Alvin Stardust.
Un año, Paul y yo decidimos hacer un viaje en autostop. En aquellos días era una cosa impensable. En primer lugar, lo más seguro es que te atracaran antes de atravesar el túnel del Mersey, y en segundo lugar todo el mundo tenía coche y estaba atrapado en algún atasco. Yo había ido con frecuencia al sur con mi familia, a Exmouth, en Devon, así que Paul y yo decidimos recalar allí inicialmente.
No teníamos mucho dinero. Nos alojábamos en hotelitos de “cama y desayuno”. Un día, llegamos a una ciudad al anochecer. Detuvimos a una señora en la calle y le preguntamos: “Disculpe, ¿conoce algún sitio donde podamos alojarnos?” La mujer se compadeció de nosotros y repuso: “Mi hijo está fuera, de modo que podéis dormir en mi casa.” Con que nos llevó a su casa, y nosotros la azotamos, la atamos de pies y manos y le robamos todo el dinero. Es broma. La mujer nos instaló en el cuarto de su hijo y a la mañana siguiente nos preparó el desayuno. Fue muy amable. No sé quién era, quizá se tratara del Llanero Solitario.
Paul y yo proseguimos nuestro viaje por la costa sur, hacia Exmouth. Un día, charlamos con un borracho en un pub, que dijo llamarse Oxo Whitney. (Posteriormente apareció en A Spaniard in the Works. Cuando contamos a John este episodio, decidió utilizar el nombre de Oxo Whitney. Gran parte de los libros de John se basan en historias divertidas que le cuentan.) Luego nos dirigimos a Paignton. Apenas nos quedaba dinero. Disponíamos de un pequeño hornillos, poco más que una lata con tapadera. Echábamos un poco de metanol al fondo y ardía lentamente. Aparte de eso, llevábamos unas pequeñas mochilas. Nos deteníamos en una tienda de ultramarinos y comprábamos espaguetis Smedley a la boloñesa o a la milanesa. Iban envasado en unas latas con listas: de color rojo si la salsa era a la milanesa, y azul oscuro si era a la boloñesa. También comprábamos arroz a la crema Ambrosia. Abríamos una lata, retirábamos la tapa y la sosteníamos sobre el hornillo para calentarla. Nos alimentábamos de eso.
Llegamos a Paignton sin dinero, así que aquella noche dormimos en la playa. Conocimos a un par de chicas del Ejército de Salvación, que se quedaron un rato con nosotros y nos ayudaron a entrar en calor. Pero más tarde refrescó y hacía humedad; recuerdo que me sentí aliviado cuando nos hartamos de aquella situación y por la mañana reemprendimos el camino. Subimos por el norte de Devon y nos montamos en un ferry que nos trasladó al sur de Gales, porque Paul tenía un pariente que era un soldado en Butlins, en Pwllheli, de modo que decidimos ir allí.
Al llegar a Chepstow nos presentamos en la comisaría y pedimos que nos dejaran pasar la noche en una celda. “Ni hablar, largaos de aquí. Id al campo de fútbol y decidle al cantamañanas del guarda que os autorizamos a dormir allí.” De modo que Paul y yo dormimos sobre un duro banco de madera, en la tribuna. Hacía un frío de muerte. Al día siguiente continuamos el viaje. En el norte del País de Gales nos recogió un camionero. En aquella época los camiones no tenían un asiento de pasajeros, de modo que nos instalamos sobre la tapa del motor. Paul iba sentado sobre la batería. Llevaba unos vaqueros con cremalleras en los bolsillos posteriores, y al cabo de un tato se levantó y soltó un grito. La cremallera había hecho contacto con los polos positivo y negativo de la batería y le había quemado el culo, dejándole una marca bien visible.
Cuando llegamos por fin a Butlins no pudimos entrar. Parecía un campo de concentración alemán, Stalag 17 o algo parecido. Estaba rodeado por una alambrada de espino para impedir que entraran los turistas, y nosotros. De modo que tuvimos que colarnos. (Ringo comenzó a tocar allí).

Paul se trasladó de Speke a Fothlin Road, en Allerton, muy cerca de donde vivía John, en Menlove Avenue. Para entonces Paul había comprendido que no podía cantar y tocar la trompeta al mismo tiempo, de modo que decidió comprarse una guitarra. Por aquella época habíamos empezado a tocar y estudiábamos juntos en el instituto, y cuando Paul se mudó seguimos en contacto. Vivía bastante cerca y yo podía ir a verlo en bicicleta. Tardaba unos veinte minutos en llegar. (Cuando ahora voy en coche me asombra comprobar que sólo tardo tres minutos en recorrer un trayecto que entonces se me hacía largísimo.)
Había un chico en el instituto de Liverpool, un tal Ivan Vaughan, que vivía cerca de John, el cual le presentó a Paul. John tenía fama de ser todo un personaje en la escuela donde estudiaba, y él lo sabía. Yo conocí a John algo más tarde (no recuerdo dónde) y me pidieron que me uniera al grupo, The Quarry Men. En aquellos días John asistía a la escuela de Bellas Artes. No sé qué impresión me produjo cuando lo conocí; me pareció un tío legal. A esa edad lo único que me interesaba era dedicarme a la música. Cuando conoces a alguien que canta o toca en un grupo, al instante trabas amistad con él.
La madre de John le había enseñado a tocar unos acordes. John tenía una guitarra barata, con un pequeño agujero circular en la tapa y cuatro cuerdas. No sabía que una beuna guitarra tenías seis cuerdas. tocaba acordes de banjo, unos grandes acordes con los dedos extendidos. “¿Pero qué haces?”, le pregunté. John creía que así era como se tocaba la guitarra. Nosotros le enseñamos los acordes de mi, la y otros, e hicimos que pusiera sies cuerdas a la guitarra.
The Quarry Men estaba formado por otros miembros, que no daban golpe, de modo que propuse: “Deshagámonos de ellos y me uniré al grupo.” Nigel Whalley tenía un bajo que había confeccionado con una caja de té; permaneció con el grupo una semana. Recuerdo también a Ivan y a un par de chicos más, uno de ellos llamado Griff (Eric Griffiths), el guitarrista. El grupo estuvo formado por distintos componentes, y al final nos quedamos John, Paul y yo. Esa situación duró un tiempo. Tocábamos en bodas y fiestas. John, Paul y yo tocamos en la boda de mi hermano Harry… bebidos. En cierta ocasión actuamos en el Cavern. Era un local de jazz y trataron de echarnos de allí porque tocábamos rock and roll.Yo veía con frecuencia a John, que solía venir a mi casa. Mi madre era muy aficionada a la música y le gustaba que quisiera dedicarme a ella. Me había comprado la guitarra y estaba encantada de que John y Paul vinieran a casa. John tenía ganas de marcharse de la suya porque su tía Mimi era muy estricta. Mimi siempre le ponía en ridículo, y John se rebelaba soltándole palabrotas.
Recuerdo que un día, poco después de conocernos, fui a casa de John. Yo todavía asistía al instituto y tenía un aspecto bastante juvenil. Todos queríamos parecer los típicos teddy boys y supongo que yo lo había conseguido, porque a Mimi no le caí nada bien. Me miró escandalizada y dijo: “¡Menuda pinta que tiene! ¿Cómo se te ocurre traes a este chico a casa? ¡Si parece un teddy boy!” “¡Cállate de una vez, Mary!”, replicó John. De modo que él venía a menudo a mi casa y mi madre nos daba unos vasitos de whisky.
Yo había creado mi propia versión del uniforme del instituto. Tenía unas prendas que había heredado de mi hermano, una de las cuales era una chaqueta de sport de para de gallo que yo había teñido de negro y que utilizaba como bléiser para ir al instituto. No había quedado bien teñida, de modo que aún se distinguía el dibujo de pata de gallo. Tenía una camisa que había adquirido en Lime Street, que a mi me parecía genial. Era blanca con unos pliegues en la pechera ribeteados con un bordado negro. Tenía un chaleco que me había dado John, que él había conseguido de su “tío” Dykins (el amigo de su madre), el señor Twitchy Dykins. Parecía un chaleco de vestir: negro, cruzado y con solapas. El pantalón también me lo había dado John, poco después de conocernos; era un pantalón pitillo azul claro con vueltas en los bajos. También lo teñí de negro. Y tenía unos zapatos de ante negro que me los había dado mi hermano.
El marido de la tía Mimi se llamaba George Smith, y su hermano era nuestro profesor de inglés en el instituto. Era un poco afeminado, para decirlo suavemente, y siempre lucía un pañuelo de seda blanco en el bolsillo superior de la chaqueta. Nosotros, que éramos unos adolescentes, nos partíamos de risa con sus gestos y su forma de hablar. Le llamábamos Cissie Smith (Mariquita Smith). Siempre decía: “Harrison, eso zapatos no son adecuados para el instituto. Castigado al rincón.”
Era un atuendo muy atrevido y cada día, durante los últimos años que asistí al instituto, temí que me expulsaras. En aquella época nos dábamos vaselina en el pelo para conseguir el peinado alisado hacia atrás que privaba en la era del rock and roll. También estaba de moda lucir una gorra, corbata y un escudo en el bléiser. Yo no llevaba escudo cosido al bléiser sino que era de quita y pon. Me lo sujetaba con una pluma estilográfica que llevaba en el bolsillo superior, para poder quitármelo fácilmente, al igual que la corbata.
Paul y yo salíamos disparado del instituto, tratando de disimular que éramos alumnos del mismo. Por las tardes salíamos con John. Pero a veces también desaparecíamos a la hora del almuerzo, aunque no podíamos salir sin una dispensa especial del Papa. Nos largábamos de tapadillo y en cuanto llegábamos a la esquina, nos desprendíamos de buena parte del uniforme escolar y nos dirigíamos a la escuela de Bellas Artes. (Era un edificio anexo al instinto de Liverpool.)
Allí reinaba un ambiente increíblemente relajado. Todo el mundo fumaba o comía huevos con patatas fritas, mientras nosotros teníamos que comernos la col y los saltamontes hervidos que nos daban en el instituto. Había unas chicas, unos tíos con punta extravagante, de todo. Probablemente era más sencillo de lo que imaginábamos, pero a nosotros nos parecía un lugar impresionante. Allí podríamos fumar sin que nadie nos abroncara. John se mostraba muy amable con nosotros, aunque se le notaba algo tenso porque yo presentaba un aspecto juvenil, al igual que Paul. En aquella época yo debía tener unos quince años.
Recuerdo que la primera vez que conseguí impresionar a John fue cuando me enamoré de una chica que asistía a la escuela de Bellas Artes. Era mona, al estilo de Brigitte Bardott, rubia, con coletas. Yo tocaba en la banda de Les Stewart. (En realidad tocaba con dos grupos al mismo tiempo, sólo de vez en cuando nos salía algún bolo. Les vivía en Queen’s Drive, junto a Muirhead Avenue, de modo que salíamos juntos y de paso yo aprendía música confiando en ganar un par de libras.) El caso es que Les organizó un guateque en su casa y allí vi a la chica parecida a Brigitte Bardot, a la que conseguí emborrachar. John se enteró, y a partir de entonces me tuvo más respeto.
Les tocaba el banjo, la mandolina y la guitarra. Le conocí a través de un tipo que trabajaba en una carnicería. Yo trabajaba allí los sábados de chico de reparto; el dueño de la carnicería trenía una guitarra Dobro (la primera que yo había visto) y conocía a Les. Les era un buen guitarrista: tocaba canciones de Leadbelly, Big Bill Broonzy y Woody Guthrie, más parecidas a unos blues rurales y música country que a rock and roll. Yo tocaba con su grupo –no recuerdo el nombre- y tocábamos en guateques. Un día que actuábamos en un locas de Hayman’s Green, West Derby, me enteré de que estaban construyendo otro local en el número 8 de Hayman’s Green. Me llevaron a verlo y eché un vistazo al sótano que había de convertirse en el Casbah. Allí conocí a Pete Best. Al cabo de unos meses me acordé de Pete y de que tenía una batería, así que le propuse que se uniera a nosotros para poder actuar en Hamburgo.
Paul y yo conocimos a Stuart Sutcliffe a través de la escuela de Bellas Artes. Stuart era un chico delgado, con pinta de intelectual, que llevaba gafas y una barbita a lo Van Gogh; pintaba muy bien. John lo admiraba mucho como pintor. A Stuar le gustaba John porque tocaba la guitarra y era el perfecto teddy boy. Stuart era un tipo legal. Tenía buena plata y transmitía buenas vibraciones, aparte de ser muy simpático. A mí me caía muy bien, siempre fue muy amable conmigo. En ocasiones John se daba ciertos aires de superioridad, pero Stuart nunca nos hizo de menos a Paul ni a mí por no asistir a la escuela de Bellas Artes. Empezó a venir para oírnos tocar en fiestas y se convirtió en un fan nuestro. Consiguió que nos contrataran para tocar en algunas fiestas. La mayoría de las veces sólo tocábamos los tres, John, Paul y yo. John trató de convencer a su sindicato de estudiantes para que adquieran un equipo para nuestro grupo. Al fin logró que nos compraran un amplificador, de modo que de vez en cuando tuvimos que actuar allí. No recuerdo si disponíamos de un repertorio; supongo que debíamos de haber aprendido a tocar algunas piezas juntos.
La primera vez que asistí a una fiesta que duró toda la noche lo organizaron lo de la escuela de Bellas Artes de Liverpool, en un apartamento de las dependencias de estudiantes. Las normas especificaban que cada cual tenía que llevar una botella de vino y un huevo para desayunar. Nosotros compramos una botella de vino barato en Yates’s Wine Lodge y colocamos los huevos en el frigorífico cuando llegamos. Lo mejor de la fiesta (estoy seguro de que John y Paul coincidirán conmigo) fue que alguien poseía un ejemplar de “What’d I Say”, de Ray Charles, un single que en la cara B tenía la segunda parte de la canción. Estuvimos poniéndolo toda la noche, unas ocho o nueve horas sin parar. Era uno de los mejores discos que yo había oído jamás. A la mañana siguiente vomité como un descosido. Cynthia también estaba en ese guateque, y recuerdo que le dije, borracho perdido: “Ojalá tuviera una novia que fuera tan buena chica como tú.”
En Panto Day, en Liverpool, los alumnos de la universidad de Liverpool y de la escuela de Bellas Artes recaudaban fondos para obras benéficas locales. Todos se disfrazaban y se maquillaban y podían hacer lo que les apeteciera: viajar en autobús sin pagar, con unos botes para recoger dinero; entrar en los comercios y pasearse por la ciudad divirtiéndose de lo lindo. Aunque Paul y yo no estudiábamos en la escuela de Bellas Artes, decidimos participar; de modo que no reunimos, disfrazados, en casa de John, en Gambier Terrace, el piso que compartía con Stuart. John y Stuart nos dieron unos botes para recaudar dinero. AL cabo de unas horas regresamos a Gambier Terrace, abrimos los botes y nos quedamos con todo. Habíamos recaudado unos cuatro chelines en peniques.
Cuando me fui del instituto estuve bastante tiempo sin hacer nada. Después de las vacaciones de verano todos mis compañeros reemprendieron sus estudios, y yo seguía sin trabajo y sin regresar al instituto. Utilicé un dinero que me prestó mi padre. Yo no quería trabajar sino tocar con un grupo, pero mi padre me agobiaba preguntándome continuamente: “¿No crees que deberías buscar trabajo?”.
Me padre nunca tuvo un oficio, pero quería que sus tres hijos ejercieran diversas profesiones. Mi hermano mayor era mecánico, y el segundo trabajaba de chapista y soldador. De modo que mi padre pensó: “George será electricista, y así montaremos nuestro propio taller.” En Navidad mi padre me regaló una caja de herramientas de lo más completa. Al abrirla pensé: “Dios, está decidido a que sea electricista.” Esto me deprimió, porque no tenía la menor intención de ser electricista.
MI padre me obligó a examinarme para acceder a un puesto en el Ayuntamiento de Liverpool, pero suspendí. No lo hice adrede, simplemente suspendí el examen. Las matemáticas no se me daban bien. Fue bastante bochornoso, porque los que trabajaban en el Ayuntamiento no eran precisamente las personas más brillantes del mundo. Cuando acudí a la Oficina de Empleo, me dijeron: “Preséntate en Blackler’s, necesitan un escaparatista.” El jefe de escaparatistas de Blackler’s, unos grandes almacenes de Liverpool, me dijo: “Lo siento, la vacante ya está ocupada. Pero ve a ver al señor Peet.” El señor Peet era el jefe del departamento de mantenimiento. Me dio trabajo como aprendiz de electricista, que era lo que deseaba mi padre.
Yo quería ser músico y, aunque nada lo justificaba ni destacábamos por nuestras extraordinarias aptitudes, cuando nos reuníamos los miembros del grupo, el hecho de tocar a tiempo completo nos producía una sensación increíblemente positiva. No sé por qué, pero nos creíamos capaces de comernos el mundo. Claro que en aquellos días el conseguir una gira para tocar en los Mecca Ballrooms ya representaba todo un logro.
Mi padre tenía algo que ver con el Club del Transporte de Liverpool, en Finch Lane, y consiguió que contrataran a The Quarry Men para que actuáramos allí un sábado por la noche. Era una sala de baile con un escenario y unas mesas, y la gente iba allí a bailar y a tomarse unas copas. Mi padre se sintió muy satisfecho de haber conseguido que tocáramos allí. La actuación se dividía en dos partes.
La primera parte tocamos durante quince o veinte minutos y luego, durante el descanso, nos emborrachamos con una bebida llamada “Terciopelo Negro”, que en aquel entonces hacía furor. La cosa consistía en una botella de cerveza Ginness mezclada con un cuarto de litro de sidra (no champán). Yo tenía dieciséis años, John dieciocho y Paul diecisiete. Todos nos bebimos unas cinco copas. Cuando salimos de nuevo al escenario estábamos como cubas. Nosotros nos cubrimos de gloria y conseguimos que los asistentes se sintieran incómodos. “¡Me has puesto en ridículo!”, me espetó mi padre, furioso. Ken Dodd consiguió su primer contrato importante en ese local.
En diciembre de 1959 nos presentamos a una audición para Carroll Levis, el presentador del programa televisivo Discoveries. No recuerdo que nadie fuera descubierto a través de ese programa, ni que nadie ganara nada. Pero te presentabas una y otra vez confiando en ser descubierto, mientras Levis se hinchaba a vender entradas paras los teatros donde actuaban gratuitamente un sinfín de artistas. Al final del programa el aplaudímetro indicaba quién había ganado, y a la semana siguiente vuelta a empezar.
Actuamos en Manchester, bajo el nombre de Johnny and the Moondogs. En aquella época John se había quedado sin guitarra. Supongo que su guitarra “garantizada contra todo desperfecto”, debió de averiarse. Tocamos “Think It Over” mientras John permanecía de pie en medio del escenario, sin guitarra, cantando y con una mano apoyada en el hombro de Paul y la otra en el mío. Paul y yo tocábamos nuestras guitarras, apuntándolas en distintas direcciones, y haciendo las voces del coro. Estábamos convencidos de haber hecho una buena actuación, pero como teníamos que tomar el último tren de regreso a Liverpool no tuvimos tiempo de quedarnos para comprobar si el aplaudímetro nos proclamaba vencedores.
Extraído de "THE BEATLES: ANTHOLOGY"
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Mi gran amor platónico. MI GRAN. Feliz cumple, Georgie!!! Pasala bien!! =)
te amo... =)