Cada familia, un mundo

Ando con ganas de encontrarte, pero no me animo. No es que te quiera, ni que quiera establecer una relación con vos. Solo quiero saber cómo sos, para no mirarte cuando te vea en la calle. Pero no sé. No me animo. Porque una parte de mi, te sabe extraño y ajeno, y sabe que no le importás, y quiere que no me importes.
Y no es que lo hagas. Simplemente, quiero saber cómo sos. Quiero mirarte por la ventana, ver si tenés una familia ideal, si sos feliz, si hay algún atisbo de remordimiento. O un recuerdo lejano, como un sueño, como una vida pasada. Y como en las películas que me veas, que un colectivo me tape, y desaparecer. ¿Te darías cuenta de quién soy?

Hay días que siento que vos estás ahí, en el subte. En el colectivo. Comprando un paquete de cigarrillos a la vuelta de la oficina, y con asomarme a la ventana, te voy a ver. Hay días que siento que, si te cruzo, te conozco. Te conozco aunque jamás te haya visto.


Hoy es el cumpleaños de mi abuelo. Y ayer, el día del padre. Mi abuela estaba molesta porque ayer, nadie fue a visitar a mi abuelo. Y yo tapé mi boca con medialunas, para no decir que mi abuelo había metido la pata: todos sabemos que hoy, mi mamá no iba a llamar. Que tampoco iba a llamar ayer. Que mi abuelo ni pregunta. Solo ella, mi abuela. Dos docenas, por favor.


Y también en el día del padre, haciéndole el aguante a ese padre que no puede ver a sus hijas. Y a esas hijas que no pueden ver a su padre. Injusticias más de la vida. Una lucha, pero de las de verdad, no esas luchas televisivas.

Y claro, el feliz día de ayer, para mi Viejo. El padre desde mis 12 años. Mi único y verdadero Viejo.


...cada familia, un mundo.